El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (1 Juan 4:8)
Vivimos tiempos en que el concepto de amor que atribuimos a Dios se relaciona con una especie de sentimiento indulgente, como si fuese una debilidad que no le permitiese juzgar a nadie o que anulase su ira. Pero, ¿será esto cierto? ¿Es eso el amor de Dios? ¿Es nuestro Dios débil por ser en Sí mismo ‘amor’?
Una de las primeras características de su amor es su inherencia, es decir, nada provoca que Dios ame o deje de amar, lo que hagamos o dejemos de hacer no cambiará su sentimiento de amor hacia nosotros, si Dios decidió amar, Dios ama, sin más explicación, y no dejará de hacerlo. Podemos ver que el amor de Dios hacia los ‘suyos’ como en casos pasados como Jacob, David, etc. no desapareció ni se esfumó tras sus pecados, tras caer. Nosotros lo amamos porque Él nos amó primero, y no nos amó por ser mejores que otros, puesto que todo lo que Dios aborrece, como el pecado, la desobediencia, la rebeldía, etc. estaba presente en nuestra vida, pero simplemente decidió amarnos.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20)
Otra gran característica de su inmenso amor, es que no termina. La eternidad del amor de Dios nos recuerda que nos amó, nos ama, y nos amará siempre. Al igual que en Él no existe limitación temporal, tampoco existe en ninguno de sus atributos, como es el caso de este perfecto amor. ¡Cuán maravilloso es saber que no nos amó desde que creímos en Él, o desde que nos arrepentimos de nuestra pasada manera de vivir, sino que nos amó desde antes de la fundación del mundo como escogidos para Su gloria!
Podríamos mencionar muchas otras cualidades de ese amor como por ejemplo que es soberano, santo, benevolente y piadoso, inmutable, justo, etc.
El amor de Dios podríamos vincularlo a una palabra que siempre va unida a nuestro Creador: PERFECTO.
Nada podemos reprocharle, nada podemos decir en su contra, ningún fallo podemos hallar en Él, sino que como hijos amados y escogidos para alabanza de su gloria debemos vivir en gratitud por haber recibido tamaño amor, recordando que la mejor manera de vivir una vida grata a Dios por Su amor, no es sintiéndonos simplemente amados, sino compartiendo y mostrando ese amor ágape, ese amor incondicional, a cada ser creado por nuestro Señor, a toda la humanidad.
Hermanos, amémoslos a ellos por Él nos amó a nosotros.