«¡La Roca! Su obra es perfecta, porque todos sus caminos son justos;
Dios de fidelidad y sin injusticia, justo y recto es El». (Deuteronomio 32:4)
Antes de centrarnos en comprender la justicia de Dios, debemos tener presente que la palabra ‘justo’ proviene del hebreo «tsaddik», las cuales se refieren a la excelencia y perfecta rectitud en cuanto al actuar y proceder de Dios.
Dios es perfecto y todo lo que hace es perfecto sin poder ser cuestionado ni dar pie a un posible error en Su proceder.Debemos tener presente que Dios no actúa justamente porque sea su proceder sino que porque esta es Su naturaleza. ÉL ES JUSTO y no puede actuar injustamente puesto que no sería intrínseco en Él, es decir, debería negarse a Sí mismo para actuar de tal manera.
¿Quién le ha señalado su camino, y quién le ha dicho: “Has hecho mal”? (Job 36:23)
Al leer estos versículos nos preguntamos a nosotros mismos: ¿Quién podrá juzgar el proceder de Dios o decirle que otro lo habría hecho mejor cuando sabemos que Su proceder es perfecto?
Muchas veces, la justicia de Dios ha sido cuestionada con las preguntas: ¿Por qué a la gente mala le suceden cosas buenas y por qué a la gente buena le ocurren cosas malas?
Más, la pregunta correcta sería: ¿Quién es realmente bueno? ¿Quién es realmente justo o recto ante los ojos de Dios?
A lo que nos responderíamos: Nadie. Ningún ser humano.
Pero debemos asumir su justicia y soberanía, aceptar que Dios tiene misericordia de quien quiere tener misericordia puesto todos mereceríamos un severo castigo.
El ser humano suele equiparar la justicia en relación a lo merecido en cuanto a recompensas o por otro lado castigos.
Es por ello que muchas veces no consideramos justo que seamos salvos puesto que en nuestra mente no es lo que merecemos, pero, en Su perfecto y justo plan, no fuimos nosotros los que nos justificamos por nuestras obras, ni somos salvos por nuestros méritos, sino que Cristo nos hizo justos ante los ojos de Dios y ahora nuestra justicia recae en Él.
R.C. Sproul dijo: «El justo vivirá por la fe». Este fue el grito de guerra de la Reforma Protestante. La idea de que la justificación es solo por la fe y por los méritos de Cristo únicamente, es tan central para el evangelio que Lutero lo llamó «el artículo sobre el cual la iglesia o se sostiene o cae». Él sabía que eso sería el artículo sobre el cual él mismo se sostuviera o cayera. [1]
Sin embargo, no debemos olvidar, que una vez hemos sido regenerados, aun sabiendo que los méritos de nuestra salvación recaen únicamente en Cristo y Su obra, nuestro deber es buscar y practicar la justicia:
‘’Si sabéis que El es justo, sabéis también que todo el que hace justicia es nacido de El.’’ (1ª Juan 2:29)
Es nuestra identidad. Es el sello y la marca de propiedad de un hijo de Dios. Si nuestro Padre es justo, busquemos y practiquemos la justicia.
[1] R.C. Sproul, La santidad de Dios p.77