¡Oh, profundidad de las riquezas y de la SABIDURÍA y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! (Romanos 11:33)

¿Sabiduría de Dios? Algo que de tantas formas se ha procurado explicar, algo para lo que encontramos diccionarios, teólogos, pensadores, etc. Tantas definiciones distintas pero que a resumidas cuentas nos llevan siempre a una misma conclusión: Es mucho más que saber y conocer todas las cosas. Es la manera perfecta de operar, conducir y dirigirnos a un propósito perfecto, de una manera perfecta y guiados por la voluntad perfecta de un Dios perfecto.

En muchas ocasiones el mundo, e incluso los propios hijos de Dios, se han cuestionado los métodos, los medios o los fines a través de los cuales Dios opera y ha operado a lo largo de la historia. Sin embargo, tras meditar y reflexionar sobre los acontecimientos y sucesos que nos rodean debemos recordar que Dios es perfecto, y que Su perfección tan solo puede generar una voluntad perfecta. Sus propósitos con excelentes e incuestionables, y los medios y caminos que traza para llegar a esos fines ya determinados, aun estando en muchas ocasiones lejos de nuestra comprensión humana, por la fe creemos que son los más adecuados para llevarnos al lugar o la meta donde Dios siempre quiso.

¡Cuán numerosas son tus obras, oh Señor! Con sabiduría las has hecho todas; llena está la tierra de tus posesiones. (Salmos 104:24)

La propia creación nos muestra una obra perfecta hecha completamente por un ser sabio, creada de tal forma que de inicio a fin, y de una forma u otra, toda ella acaba glorificando a Su creador. Una manera de ver esa perfección es que en medio de una cultura y un mundo rodeado y envuelto por el pecado y todas sus consecuencias, detrás de esa capa de maldad y destrucción que rodea la tierra podemos ver todavía la armonía de la creación y cómo sigue glorificando a Su hacedor de una forma inmejorable.

A menor escala podemos ver esa sabiduría perfecta también en el ser humano, en nuestra propia vida. ¿Cuántas veces han sucedido cosas en nuestra vida que nos han llevado a cuestionarnos, a encararnos con situaciones inexplicables, a momentos de desaliento, de tristeza o de dolor? ¿Cuántas veces no nos hemos preguntado, por qué? ¿Cuántas veces no nos hemos preguntado, por qué a mí? Pero tal y como Pablo nos enseña en el libro de Romanos, mediante la fe creemos que la sabiduría de Dios lo lleva a permitir todos estos sucesos con un único fin: el bien y buen propósito sobre la vida de sus hijos.

En ello está nuestro descanso, en ello encontramos nuestra paz, en saber que incluso las cosas que nuestra mente limitada e imperfecta no entiende, al final, se reduce a un plan sabio y perfecto determinado por Dios para nuestra vida.

Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. (Romanos 8:28)

Aunque en ocasiones este atributo no sea comunicable, es decir, aunque por momentos Dios no desee desvelarnos Sus planes, sí es cierto que en muchas otras ocasiones siempre nos abre la posibilidad de comunicárnoslo de una sola forma: pedírselo (Santiago 1:5). Cuán maravilloso es saber y entender que muchos de los planos de Dios y Sus propósitos nos los desea dar a entender para que conozcamos cada día un poco más de ese camino que tiene trazado para cada uno de nosotros.

Concluyo con un simple y sencillo pensamiento: Ya sea que nos lo quiera revelar o ya sea que desee mantenerlo en oculto, confiemos y descansemos en Dios pues Su sabiduría solo se reduce en una voluntad y un propósito perfecto para cada uno de Sus hijos.