Muchos hemos visto a personas en la calle con carteles que dicen “Cristo te ama, acéptalo en tu corazón”. Otros usan megáfonos o se ponen camisetas con preguntas sugestivas. Buscan que otros hagan la decisión de fe más importante de sus vidas luego de compartirles, en menos de un minuto, lo que consideran son las verdades centrales del Evangelio. La persona escucha el mensaje, generalmente con tres o cuatro evangelistas alrededor, y con timidez afirma que ha aceptado a Jesucristo, que dejará su vida pasada y que ahora es una nueva criatura. Los que le predicaron, emocionados, oran por el recién convertido, anotan sus datos personales y luego lo invitan a que asista a una iglesia. Acaban de ganar otra alma para Cristo. ¿Será esto bíblico?

Falso Evangelismo

Dios no nos ha dejado a oscuras en cuanto a la tarea de compartir el mensaje de Cristo. El Señor, además de ser nuestro Salvador, es el más elevado ejemplo de vida[1] y nuestro sumo gozo, al lado de quien todo es considerado como pérdida[2]. No podemos pensar en alguien más excelente, más perfecto o completo. No hay un tema más hermoso y sublime que Él mismo, Su vida y Su obra. Es Él a quien debemos predicar y a Él crucificado. ¿Lo estamos haciendo?

En un sentido, Dios ama al mundo por ser creación Suya, pero, por otra parte, su amor salvador en Cristo es excluyente[3]. ¿Cómo así? ¿No se supone que Dios ama a todos por igual? Su Palabra dice que no hay ni una persona buena en la Tierra, y esa es una muy mala noticia. Él no puede amar la maldad. Sin embargo, hay muchos grupos que predican lo contrario: que el hombre es bueno y merece lo que tiene, que puede ganarse el cielo o que en cualquier momento puede decidir ir a Dios, porque no está completamente depravado espiritualmente, sino solo un poco. Esto, claramente, desprecia la enseñanza bíblica[4].

Hagamos un pequeño test:

  1. ¿Cuántas mentiras has dicho en tu vida?
  2. ¿Has mirado a alguien y has tenido pensamientos sexuales o violentos?
  3. ¿Te has quedado con algo que no es tuyo, sea un bolígrafo o un libro?

¿Cómo te fue? Puede que no muy bien. Si has roto alguno de los mandamientos de Dios y no te has arrepentido de tus pecados, el día en que comparezcas delante de Él serás declarado culpable y enviado al infierno. ¿Por qué hay iglesias que esconden esto? Muchas congregaciones que se hacen llamar cristianas predican un falso evangelio que dice poder librar de las maldiciones generacionales, los problemas de salud o la falta de dinero. Proponen, para atraer a las masas, que el hombre está en el mundo para realizarse profesionalmente, agrandar sus cuentas bancarias y vivir una vida sin dificultades. Pero esto no es lo que las Escrituras enseñan. Dios no está sujeto a mis deseos y a mis demandas (por eso, entre otras cosas, aquello de declarar y decretar es un insulto gravísimo al Dios Trino). En realidad, como lo exponen las confesiones y catecismos históricos del cristianismo (como el editado por Charles Spurgeon), la finalidad principal del hombre es “glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre”.

La Biblia es clara al denunciar que a los impíos les gusta que les digan cosas suaves y agradables a sus oídos, pero no que les prediquen la verdad[5]. El inconverso no soporta que señalen su pecado, que le hablen de su condenación y de que la justa ira de Dios está sobre él todos los días de su vida. Por eso hay quienes prefieren hablar solo del amor de Dios y de Su misericordia, pero no de Su justicia. Cuando dejan esta última parte fuera, presentan un falso evangelio sin el Cristo bíblico: es pura psicología humanista disfrazada de cristianismo. Se desgastan con obras teatrales, bailes, cantos que producen algo así como un éxtasis, luces, humo y muchas cosas más… Pero ¿y la Palabra? ¿Dónde está la Biblia? ¿En las anécdotas que cuenta el líder desde el púlpito? ¿En las bendiciones materiales que (dicen) Dios les dará si se arrepiente?

No podemos acercarnos a alguien que no es creyente y afirmar que Cristo lo ama. No le estamos haciendo ningún bien. ¿Qué pasa si alguien lee o escucha este tipo de mensajes, pero niega las verdades del Evangelio? ¿Qué sucede con el que, en un momento de impulsividad dice creer, pero luego vuelve a su vida licenciosa y de pecado? ¿Murió Cristo en vano? ¡De ninguna manera! Su sacrificio fue perfecto y nos hizo santos, una vez y para siempre, lo cual es irrevocable[6]. Ninguno que vaya a Dios en arrepentimiento verdadero, luego da la espalda. Ninguno. Si la salvación se perdiera, todos los días la perderíamos, así que aquel que dice creer en un momento, pero con el paso del tiempo demuestra todo lo contrario, en realidad nunca creyó. Ese es otro de los grandes problemas del falso evangelismo: al arrancar decisiones de fe en momentos de euforia, debilidad emocional o incertidumbre termina asegurándole a muchos impíos que Dios los ha adoptado como hijos.

No sabemos quiénes son los escogidos de Dios al momento de predicar el Evangelio y, además, Dios no nos ha mandado a decirle a todos que Cristo los ama. La orden divina es llamarlos al arrepentimiento verdadero y a que depositen su fe únicamente en Jesucristo[7]. El falso evangelismo engaña a muchos, y esto se combina con los deseos pecaminosos de la gente: no es más que una ilusión. Recordemos que si alguien responde de verdad a la predicación de las Buenas Nuevas, será porque Dios así lo planeó, por tanto, tenemos la responsabilidad no de defender una ficticia superioridad del hombre y su búsqueda de plenitud fuera de Dios mismo, sino de contender «ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos»[8]. ¿Cómo lo hacemos?

¡Hay esperanza!

La realidad es que el camino, la verdad y la vida es Jesucristo[9], y solo en Él podemos encontrar lo que es, en definitiva, importante. Todo lo que vemos hoy pasará, pero por la gracia de Dios Sus escogidos serán salvos del poder del pecado, de la culpa del pecado y la condenación del pecado. No escuchamos a muchos falsos predicadores hablando de esto, ¿cierto? Ponen el énfasis en la decisión humana utilizando la ilustración de que Dios nos lanza un flotador para salvarnos, cuando lo que sucede es que estamos sin vida y podridos en el fondo del mar, completamente ajenos al Dios vivo. Él es quien salva «por la locura de la predicación»[10] a quienes están muertos en sus delitos y pecados. ¿Vamos a despreciar un privilegio tan grande? ¿Vamos a mezclar los deseos del mundo con el glorioso Evangelio de nuestro Señor Jesucristo?

El Padre ha dado a Su Hijo para que todo aquel que en Él crea verdaderamente, por Su misericordia, tenga vida eterna y esté con Él por todos los siglos. Este regalo, el de la salvación, lo recibimos sin tener mérito ni obra alguna. No hay nada que tú ni yo podamos hacer para forzar a Dios. Evitemos caer en artimañas y entretenimientos para ganar almas para Cristo. Más bien nuestra obediencia, aun en la evangelización, debe ser para mostrar al Creador en todo Su poder y soberanía, porque “no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”[11].



[1] 1 Pedro 2:21; Juan 13:15.
[2] Filipenses 3:8.
[3] Juan 17:9.
[4] Romanos 3:23; Job 1:21.
[5] 2 Timoteo 4:3-4.
[6] Hebreos 10:10; Juan 10:28; Romanos 8:35-39.
[7] Marcos 1:15.
[8] Judas 1:3.
[9] Juan 14:6.
[10] 1 Corintios 1:21.
[11] Romanos 9:16.