Satanás procura desviar al creyente hacia el pecado. Una manera es haciéndolo sumamente atractivo y otra es persuadiendo a los creyentes de que sus pecados son muy pequeños y sin importancia.
Las palabras del apóstol Juan son claras: «No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él». 1 Juan 2:15
El creyente está en una lucha constante contra el diablo, el mundo y sus propias pasiones.
Una lucha entre el espíritu y la carne
Nuestro espíritu desea orar, leer la Biblia, meditar en la Palabra, pero la carne viene con la pereza, y abofetea al espíritu. Hacemos una obra que beneficia a nuestro prójimo y Glorificamos a Dios por eso, pero pronto viene el orgullo para querer llevarse la gloria. Estamos de lo más tranquilos leyendo nuestra Biblia, meditando y orando, y sin quererlo la mente viene con pensamientos que no glorifican a Dios, y hasta son repugnantes, pensamientos que realmente merecen una bofetada en la cara en reprimenda por ser tan absurdos.
Así somos, así seremos mientras estemos en este cuerpo de muerte pero Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. (Romanos 7:24-25, 8:1). Gracias a Dios tenemos la ayuda del Espíritu Santo quien nos fortalece en nuestras debilidades(Romanos 8:26) y de Su Palabra que nos insta a llevar todo pensamiento cautivo a la Obediencia de Cristo(2 Corintios 10:5). También no debemos olvidar que Dios nos ha dado a nuestros hermanos que peregrinan en este mundo soportando las mismas o diferentes dificultades, luchando o huyendo de otros pecados. Nuestros hermanos, amigos y líderes, pueden ser una buena ayuda para hacernos recapacitar a la hora de la tentación o darnos un consejo para no pecar.
Un buen consejo para evitar el pecado, viene de los escritos del puritano Thomas Brooks(1608–1680), sin duda nos ayudará, a la hora de huir de la tentación, aborrecer el pecado como Dios lo aborrece, pero también como Él lo verá con sus ojos penetrantes el día del juicio:
Es necesario que veamos el pecado tal como lo veremos en el día del juicio.
Ese día todos verán la verdadera cara del pecado. Cuando todos los pueblos estén reunidos ante el Gran Juez del universo, entonces apreciará la pecaminosidad del pecado. En ese momento el pecado será desenmascarado y será despojado de su atractiva vestimenta; aparecerá más sucio y más vil que el infierno mismo. Lo que antes parecía hermoso y codiciable se manifestará feo y repugnante. La biblia describe el pecado comparándolo con varias cosas: el vómito de un perro, una llaga podrida, la lepra, el estiércol, la espuma del mar, etc. También compara los pecadores con los puercos que se revuelcan en el cieno, bestias brutas, animales irracionales (cabras, perros, bueyes), fieras ondas del mar, estrellas errantes, árboles desarraigados, etc. Es necesario ver el pecado tal como lo veremos en el día de la muerte. La conciencia puede estar dormida por largo tiempo, pero en el día de la muerte y del juicio se despertará y nos mostrará lo dañino y amargo del pecado.
Entonces debemos aprender a ver el pecado no como es presentado por el diablo, sino como lo veremos en la eternidad.
Si has pecado puedes arrepentirte hoy, no mañana, porque no nos pertenece. Si has llegado a sucumbir ante la tentación, no olvides que puedes aún acudir al trono de la gracia. Nuestro Salvador Jesucristo, el justo, será nuestro mejor abogado si hemos caído (1 Juan 2:1). Cristo jamás rechazará a quienes acudan a él con un corazón contrito y humillado, que vengan diciendo: «se propicio a mi el pecador».
Brooks, T. (2001). Remedios preciosos: contra las artimañas del diablo. (O. I. Negrete & T. R. Montgomery, Trads.) (p. 10). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.