El libro “We cannot be silent” aún no está traducido al español, pero, dado la importancia del tema voy a parafrasear o traducir parcialmente algunos textos importantes. El título podría traducirse como: “No podemos guardar silencio”, escrito este mismo año con el subtitulo original: “Speaking truth to a culture redefining sex, marriage, & the very meaning of right & wrong” que se traduce como: “Hablando la verdad a una cultura que redefine el sexo, el matrimonio & el mero sentido del bien & el mal”.
Mohler habla sobre la tormenta del conflicto moral en la cual se encuentran los cristianos después de que este año la Corte Suprema de Estados Unidos aprobó la legalización del matrimonio homosexual. El nombre del movimiento homosexual se llama LGBT, las iniciales de las palabras en inglés para: lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros. Pero para que el anagrama incluya a todos, Allan Metcalf vino con un anagrama más complejo: LGBTQQ21A agregando a los: Queer/Questioning, Undecided, Intersesx, Lesbian, Transgender/Transsexual, Bisexual, Allied/Asexual, Gay/Genderqueer. En pocas palabras, a los que no decidieron qué sexo tienen, a los asexuales, a los indecisos y que se cuestionan su identidad sexual.
El primer capítulo: “In the wake of a revolucion — En el despertar de una revolución” el autor dice: “Nos enfrentamos a nada menos que una redefinición integral de la vida, el amor, la libertad y el mero significado del bien y el mal.”[1] Mohler explica que se puede tomar solo dos caminos “las iglesias aprobarán la legalización de las relaciones del mismo sexo y su comportamiento o no lo harán”. [2] “La revolución moral es ahora tan compleja, que aquellos que no se unirán a ella son vistos como deficientes, intolerantes, y dañinos para la sociedad. Lo que antes se entendía como inmoral ahora se celebra como un bien moral”. [3] Tenemos que entender que la revolución sexual es un reto inmenso y que tenemos que responder a ello siendo fieles a la Palabra de Dios.
“It didn’t start with same-sex marriage — No empezó con el matrimonio del mismo sexo» es el segundo capítulo que nos hace una retrospectiva para darnos cuenta que la revolución no empezó con el matrimonio del mismo sexo, sino desde que llegaron los métodos anticonceptivos para controlar la natalidad. Así se pudo separar el sexo de la procreación. Mohler indica que ese fue el inicio de la tormenta moral en la que nos encontramos ahora. “Mientras el sexo fue previsiblemente relacionado a un potencial embarazo, una enorme restricción biológica para el sexo fuera del matrimonio funcionó como una barrera para la inmoralidad sexual. Una vez que esa barrera se quitó del medio, el sexo y los niños fueron separados y el sexo se ha redefinido como una actividad que no tiene necesariamente una relación con los niños.”[4] Las iglesias cristianas no se alarmaron por la llegada de los métodos de controlar la natalidad, al contrario, las aceptó demasiado rápido.
El capítulo tres es “From vice to virtue: how did the homosexaul movement happen? — Del vicio a la virtud: cómo ocurrió el movimiento homosexual?”. Aquí el autor nos introduce a la historia del movimiento homosexual – desde las primeras manifestaciones en las calles hasta la legalización del matrimonio homosexual. De echo los esfuerzos de los activistas fueron tan exitosos que no solamente cambiaron el patrón original de los psiquiatras sobre la homosexualidad, sino que de alguna manera ellos revertieron el juicio moral de la nación. Al menos en la cultura popular Americana (E.E. U.U.) considerar la homosexualidad como moralmente sospechosa, en cualquier manera, o una forma de enfermedad mental es culturalmente rechazado. “La homofobia es ahora la nueva enfermedad mental y una deficiencia moral, mientras que la homosexualidad es aceptada como algo normal.”[5]
El día de hoy, las iglesias evangélicas empiezan a aceptar el matrimonio homosexualidad abandonando la Palabra de Dios.
“The imposible possibility of same-sex marriage — La imposibilidad posible del matrimonio del mismo sexo” es el cuarto capítulo del libro. “Tenemos que conocer que el matrimonio del mismo sexo como una imposibilidad posible no existe, pero en cierto sentido sí existe, y tenemos que hablar sobre ello.”[6]
El quinto capítulo es “The trangender revolucion — La revolución transgénero.” Por más critico que se ve esto, la revolución transgénero esta aquí. Ahora cualquier mujer que no se siente mujer puede identificarse como hombre, y en el caso de los hombres también. “Erradicar los pronombres de genero y los términos como “niña” y “niño” representa un rechazo de la definición de la Escritura sobre nuestra humanidad.”[7] Claro, hay casos de hermafroditismo, cuando nacen bebes con identidad sexual indeterminada presentando los órganos sexuales de ambos sexos. Eso, como dice el autor es efecto drástico del pecado sobre la naturaleza humana que nos afecta en todos los aspectos. En estos casos los padres con el consejo de los médicos deben tomar la decisión de cuál será el genero del bebé.
El sexto capítulo: “The end of marriage — El fin del matrimonio”. Albert Mohler recuerda que la llegada de “expertos” que invaden el matrimonio trayendo sus propias ideas en un dominio que antes era considerado privado, cambió la vida marital. La llegada del divorcio tan ligeramente aceptado por los juzgados – el divorcio sin culpa y “la separación del sexo y la procreación que significó la separación del sexo y el matrimonio” simplemente disolvieron la imagen del matrimonio bíblico.
“What does the Bible really have to say about sex? — Qué tiene en realidad la Biblia que decir sobre el sexo?” El sexo es un regalo de Dios para los casados, a través del sexo podemos procrear, que es otro regalo de Dios hacia los matrimonios. El deseo sexual, la pasión como lo dice Pablo, nos muestran nuestra necesidad para el matrimonio. Tenemos que tener un mensaje distinto hacia los homosexuales porque la fidelidad por la Palabra de Dios nos lo pide.
El octavo capítulo esta bajo el título: “A religios liberty and the right to be Christian — Una libertad religiosa y el derecho de ser cristiano”. Mohler da el ejemplo del caso de un fotógrafo que se negó a fotografiar una boda homosexual y fue demandado por aquello. La libertad sexual viene con una libertad limitada para los cristianos. Las parejas cristianas no pueden adoptar tan fácilmente porque las autoridades requiere una mentalidad “sin prejuicios”. El estado está ahora priorizando la libertad erótica antes de la libertad religiosa. Pero “podemos estar seguros de que no es el final de la batalla. Es solamente el principio.”[8]
“The compassion of truth: the church and the challange of the sexual revolution — La compasión de la verdad: la iglesia y el reto de la revolución sexual” es el noveno capítulo. “Muchos en esta generación son fieles a algo que algunos pensadores llaman el “undécimo mandamiento” de nuestra cultura: “No seas intolerante”. Las convicciones cristianas sobre la sexualidad humana son ahora vistas y declaradas como fuera de tiempo, retrógradas, fuera de lugar y fuera de camino. En respuesta, muchos padres evangélicos, pastores y líderes por lo visto se retiran en silencio, hasta en una total renuncia.”[9]
“Cuando demandan que los cristianos respondan con compasión a expensas de la verdad, tenemos que entender que cualquier compasión tomada de la verdad es una falsa compasión y una mentira en contra de la verdad. La Escritura enseña que la verdad es en ella misma compasiva.”[10] Mohler quiere decirnos que la verdad sobre el homosexualismo se puede decir con compasión. La Biblia no nos demanda odio hacia los homosexuales sino predicarles el Evangelio para que así puedan ser salvos a través de Jesucristo.
El último capítulo de este libro: “The hard questions — Las preguntas difíciles” trae 30 preguntas sobre cómo los cristianos deberíamos tratar a las personas que son atraídas por el mismo sexo.
No podemos guardar silencio, y no podemos ser parte de la revolución moral que está en oposición directa a lo que creemos que el Creador ha diseñado, dado, y destinado para nosotros. No podemos guardar silencio, y no podemos dejar de luchar por el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer.[11]
[1] We cannot be silent, R. Albert Mohler, cap. 1, p. 1.
[2] Ídem, p. 2.
[3] Ibídem, p. 3.
[4] Ibídem, cap. 2, p. 20.
[5] We cannot be silent, R. Albert Mohler, cap. 3, p. 41.
[6] Ídem, cap. 4, p. 54.
[7] Ibídem, cap. 5. P. 69.
[8] We cannot be silent, R. Albert Mohler, cap. 8, p. 132.
[9] Ídem, cap. 9, p. 134.
[10] Ibídem, p. 138.
[11] A Word to the reader, p. 184.