Hoy 8 de marzo es el día en que muchos países celebran el Día Internacional de la Mujer. Por la gracia de Dios tengo dos hermosas mujeres en casa, mi esposa y mi pequeña hija de cinco meses. Mi amada Georgia me contaba que en Rumanía, por ejemplo, se celebra el día de la madre —ahora que estamos tan lejos, estos días son más significativos que antes—. Por otra parte en mi país —Chile—, como en muchos otros países latinoamericanos se celebra este día como el Día de la Mujer.
Entre tantas cosas que hoy se escriben sobre esta fecha encontré una carta que me conmovió. Y creo que te hará bien darle una lectura; si eres padre es importante recordarle esto a tu hija, que es lo que realmente le da valor a la mujer. Yo se la leeré a mi pequeña y amada Ecaterina cuando tenga entendimiento. Agradezco a Dios por la reflexión que nos dejó la hermana Alejandra Cardoza de Slemin.
Querida hija:
Espero esta sea una de las primeras cartas que leas, pues te ayudará a entender desde temprana edad quién eres y para qué estás aquí en la tierra.
Desde 1977 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instituyó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer para en cierta manera celebrar diferentes eventos que iniciaron a mediados del siglo XIX y culminaron en el siglo XX, la mayoría con un lema principal: “La igualdad de género y el empoderamiento de la mujer”.
Estos grupos feministas lucharon para reclamar la libertad que debían tener las mujeres. Si bien lograron sus propósitos, los cuales han sido positivos en algunas áreas, su logro también abrió un río furioso el cual no ha encontrado cauce.
Hija, tú no naciste mujer el día que este grupo decidió vociferar sus deseos, tú naciste mujer por obra y gracia de Dios, quien te hizo valiente, inteligente, fuerte, sabia, trabajadora, noble, amante, servicial y generosa. Como un regalo al ser creada a Su imagen y semejanza, Dios determinó tu propósito aquí en la tierra.
Tus deberes, derechos y responsabilidades más importantes fueron establecidas por Dios en Su Palabra, la Biblia, el único manual que nos hace verdaderamente libres. Ir en contra de estos principios bíblicos nos hace esclavas de un sistema de destrucción. Tu valor no te lo da un hombre, una mujer, una casa, un trabajo, una carrera, o el dinero. Tu valor te lo ha dado Dios, el Creador del universo y si buscas con determinación obedecer Su Palabra serás una mujer conforme a su corazón.
Sé femenina, no seas feminista. La feminidad la creó Dios, sin embargo el feminismo es un movimiento egoísta y sin propósito piadoso, el cual nos instó a morder una manzana llena de gusanos.
Cultiva la belleza incorruptible, lucha con coraje y convicción del Espíritu para ser una mujer virtuosa (Proverbios 31), sumisa, modesta, respetuosa, de espíritu afable y apacible (1 Pedro 3:1-6).
Tengo temor que en 20 años no encontrarás mujeres que sigan el modelo bíblico de su rol, aun dentro de la iglesia de Dios. Por eso me esfuerzo y oro, e intento todos los días ser la mujer que Cristo quiere que yo sea para dejar en ti un legado de devoción a la obediencia a Dios.
Es mi oración que Dios te dé la gracia, la fortaleza, el amor y la sabiduría para hacer la diferencia en un mundo caído. Que comprendas la gracia redentora de Cristo a tu favor y con determinación y sin excusas cumplas el llamado bíblico de una mujer en cada etapa de tu vida.
Si decides emprender este llamado supremo serás contada entre las mujeres que decidieron impactar la eternidad, sin importar lo que determinara la cultura, y con valentía asumieron servir al único Dios eterno y vivir para Su gloria.
Esta carta fue publicada originalmente en Hoy Digital de Santo Domingo, República Dominicana, con el título Carta a mi Hija y compartida en este blog con permisos de la autora.
Alejandra Cardoza de Slemin es una apasionada con Cristo y Su Palabra, con sueños de chica normal. Fue atrapada en la montaña rusa del matrimonio y la maternidad, re-definiendo el mandato de tomar su cruz y seguir a Cristo. Comprometida con ayudar a las chicas más jóvenes a entender el rol bíblico de la mujer. Con la ayuda del Espíritu Santo está mostrando que ser cuidadosa de su marido, casa e hijos es un regalo glorioso de Dios. Esposa de su amado David Slemin y madre de dos niños muy determinados: Benjamín y Ada, de 4 y 1 año, respectivamente. Sus días son una mezcla de escuela en el hogar, amamantar, cocinar, limpiar la casa y en todo mostrar a Cristo.
Licenciada en Educación Elemental por profesión, pero según su esposo tiene una maestría en amar al rechazado, perdonar lo imperdonable y creer lo increíble. Disfruta preparar remedios caseros para cuidar de su familia. Su misión es vivir una vida centrada en Cristo y compartir el evangelio con otras personas.