«Cuando Cristo llama a un hombre, le ordena venir y morir». Dietrich Bonhoeffer tenía unos treinta años cuando escribió estas palabras en su obra clásica El Precio del Discipulado. Ocho años más tarde fue ejecutado por sus crímenes contra el Tercer Reich. El médico de la prisión quién fue testigo de la ejecución de Bonhoeffer escribió, «En los casi cincuenta años que trabajé como médico, difícilmente he visto morir a un hombre tan completamente sumiso a la voluntad de Dios.» Las palabras del médico no podrían haber sido más apropiadas para describir no sólo la manera en que Bonhoeffer se sometió a Dios en la muerte sino también la manera como se sometió a Dios en vida. Durante su vida y en su muerte, Bonhoeffer se aferró a una verdad fundamental: ser apartado para Dios es ser apartado para morir, morir al pecado, al libre albedrío, y a la vida misma – a tomar diariamente nuestras cruces y vivir para Cristo y abrazar la verdadera libertad que sólo viene cuando Cristo llama a un hombre a morir y vivir en abundancia en El.

La santificación es una doctrina bíblica muy simple, sin embargo, es tal vez la doctrina más difícil de comprender. En cierto sentido, la santificación es tan simple como entender el lenguaje bíblico de serpuesto aparte, consagrado, o santo. Y en otro sentido, es tan amplio como la aplicación de la Sagrada Escritura a toda la vida y a la adoración. La Asamblea de Westminster nos proporcionó una de las explicaciones más útiles y concisas acerca de la santificación (CSM 35), aún quedan preguntas sobre la naturaleza precisa de la obra de Dios y nuestro trabajo en el Espíritu-el trabajo forjado de la santificación. Mediante la sola gracia a través de la sola fe porque solamente a través de Cristo, es que somos santificados posicionalmente, aunque de alguna manera misteriosa, Dios ha elegido trabajar soberanamente en nosotros, a través de nosotros, y con nosotros para santificarnos progresivamente por Su libre gracia, por medio del arrepentimiento, la fe y la obediencia, que nosotros, podamos morir más y más al pecado y vivir para la justicia.

Sin embargo, a pesar de esto puede existir un cierto grado de misterio con respecto a la forma en que somos santificados en la santidad, sin la cual nadie verá al Señor, lo que sí sabemos es esto: Nuestra santificación se establece en él quién no conoció pecado, pero que se hizo pecado por nosotros y quien murió por nosotros para que nosotros, estando muertos en Él vivamos para él, para que podamos reinar con Él sin el poder o la presencia del pecado en nosotros. Es sólo entonces que nuestros rostros revelan nuestra verdadera y permanente alegría en Aquel que ha hecho una oferta a nosotros para venir y morir, y vivir en él.

Por Burk Parsons sobre Santificación & Crecimiento
Una parte de la serie Tabletalk. Traducción por Jaime Duran.