Una declaración tan simple como poderosa: “Bástate mi gracia”. Así de directo nos llama el Señor a depender de Él. Aunque nuestro corazón se sienta inclinado a buscar las respuestas a todas las preguntas o a vivir días exitosos basados en nuestras propias fuerzas, Dios mismo, a través del apóstol Pablo, nos recuerda que no es posible porque su poder se perfecciona justamente cuando nosotros reconocemos nuestra debilidad y necesidad (2 Corintios 12:9) y caminamos hacia Él.

Tal vez, muchas personas -incluso cristianas- piensen que sería más sencillo si Dios nos dijera cada día que todo va a estar bien porque tendremos una vida sin aflicción, o que por ser hijos suyos tendremos abundancia y prosperidad. Parece más llamativo pensar que la cristiandad es la fórmula para una vida sin adversidad. Sin embargo, esto no es lo que nos dice la Escritura, porque si bien el Señor nos dice que tendremos vida en abundancia también nos advierte a lo largo de la Biblia que tendremos aflicción y dificultades, que posiblemente seremos perseguidos y acusados, pero seguido a esto, siempre se nos recuerda que aunque vivamos esto no seremos derrotados porque alguien ya venció por nosotros: Jesucristo. (Juan 16:33)

Lo anterior no significa que no tendremos una vida de gozo y de disfrute, porque si vivimos con el contentamiento que Dios demanda, estaremos plenos y llenos en Él, reconociendo su bondad y su inmerecida gracia. Y esto es exactamente lo que nos recuerda Pablo, que de buena gana nos gocemos en la afrenta, en la angustia, en la aflicción, porque es allí donde el poder de Dios será manifiesto y nos fortalecerá. (2 Corintios 12:10).

¿Ha vivido momentos difíciles? ¿Ha tenido situaciones de dolor? ¿Ha perdido un ser querido? ¿Ha tenido que vivir con una enfermedad que le aflige? Probablemente la respuesta a (casi) todas las preguntas sea sí, y seguramente aún no entienda por qué ha tenido que sobrellevar todo esto, pero lo realmente importante de estas situaciones es que no necesitamos las respuestas si tenemos al Señor, porque Él es nuestra roca fuerte (Salmos 31:2).

Y sí, puede que esté pensando que esto suena más sencillo de lo que realmente es y tiene razón. No es fácil, y un buen ejemplo de esto es la vida de Job, pues la Escritura nos cuenta todas las situaciones que tuvo que enfrentar; pero así mismo, este relato nos recuerda que incluso después de darlo todo por perdido, tener a Dios es suficiente, porque esta vida es pasajera, pero llegará un momento en el que reinaremos con Él en la eternidad y entonces no habrá llanto, ni dolor (Apocalipsis 21:4). ¡Qué maravillosa promesa! ¡Qué consoladora palabra! 

No gastemos nuestros días intentando comprender completamente a Dios, esto es imposible porque sus planes son más altos que los nuestros (Isaías 55:9) y hay cosas que escapan a nuestro entendimiento, en cambio, dediquemos nuestros esfuerzos a amarle y conocerle. Que sea motivo de gran gozo escudriñar su Palabra y conocer su verdad a través de ella, para que la aflicción no nos distraiga de lo verdaderamente importante y que la desesperanza no nos debilite, sino que la promesa salvadora nos reconforte y nos aliente a avanzar en esta carrera y así, como anima el apóstol, repose sobre nuestras vidas el poder de Cristo.