19:00 Hrs. Temuco, Chile.
Uno de los elementos más misteriosos de la predicación es la obra del Espíritu Santo en el acto de predicar.
Hay ocaciones en que las predicadores experimentan una libertad inusual en el pulpito, las ideas brotan de nuestras mentes a borbotones, realmente estamos atrapados por el mensaje que proclamamos, y sobre todo en ese momento nos inunda un deseo genuino, un deseo ferviente de que nuestro Señor Jesucristo sea glorificado, y que las almas de los oyentes sean edificadas, sean bendecidas. Pero sabemos que esto no siempre se experimenta en el mismo grado.
¿Cuál es la clase de ayuda que nosotros como predicadores necesitamos para predicar?
Unos le llaman unción, otros le llaman libertad en el Espíritu, otros le llaman la presencia especial de Dios o del Espíritu de Dios. Independiente de esto, el punto es que esa obra del Espíritu en nosotros, es uno de los aspectos más cruciales para un ministerio eficas de predicación.
El gran predicador del Siglo XX, Martyn Lloyd Jones dijo: «Aún nuestro propio Señor no podría haber realizado Su ministerio como hombre en la Tierra sin haber recibido esta unción especial y particular del Espíritu de Dios».
Incluso a los apóstoles cuando los comisionó a predicar, les dijo que antes deben ser revestidos del Espíritu Santo (Lucas 24.45–47). Necesitamos la unción del Espíritu Santo. Para predicar el Evangelio se requiere la capacitación del Espíritu de Dios.
Predicar es una tarea difícil, John Chapman dijo: «En la predicación los primeros cincuenta años son los más difíciles».
La predicación es algo tan común en las iglesias cristianas, pero es importante definirla.
¿Qué es la predicación?
Es la comunicación en forma de discurso oral, de un mensaje extraído de las Sagradas Escrituras a través de una exégesis cuidadosa, transmitida con autoridad, convicción, denuedo, pasión, urgencia y compación, a través de toda la personalidad de un hombre redimido, llamado y calificado por Dios bajo la influencia del Espíritu Santo para la Gloria de Cristo para la Salvación de los pecadores y para edificación de los creyentes.
Nadie puede predicar sin la ayuda del Espíritu Santo. No te acerques a la Biblia sin buscar la ayuda del Espíritu Santo.
Pablo le recuerda a Timoteo «considera lo que digo», ponle mente a lo que digo, el Señor te dará entendimiento, procura con diligencia presentarte ante Dios.
En todo momento necesitamos del Espíritu Santo. El interprete bíblico no puede esperar recibir un relámpago encima, él debe estudiar, debe leer, debe luchar para colocarse en posición de recibir la iluminación del Espíritu. No basta abrir la boca y esperar que Dios la llene a las 11:00 de la mañana. «No uses el texto de abre tu boca que yo la llenaré», ese Salmo no habla de eso, habla de comida, no de la Biblia.
Martyn Lloyd Jones, comenta que: «La preparación cuidadosa y la ayuda del Espíritu jamás deben considerarse como alternativas sino como complementarias».
Debemos saber bien qué palabras usar para predicar, Mark Twain decía: «La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta, es la misma que entre el rayo y la luciérnaga».
Debemos definir cuál será el énfasis, cómo podemos dar el equilibrio adecuado a las verdades que serán impartidas, qué es lo que queremos que los oyentes hagan con esa información.
En 1 Timoteo 5:17, Pablo usa la misma palabra que se usa en Apocalipsis hablando a la iglesia de Efesos: «yo conozco vuestro arduo trabajo». Predicar es un arduo trabajo que será absolutamente ineficaz sin la ayuda del Espíritu Santo.
La obra del Espíritu se manifiesta en el púlpito a través de un corazón genuino, un amor que procura el bien de los que te escuchan. Uno de los aspectos del fruto del Espíritu es amor (Gálatas 5:22).
(2 Corintios 6:11) Vean la relación que hay entre el corazón que se ensancha y la boca que se abre.
El predicador debe estar dispuesto a predicar todo el consejo de Dios, aunque él amando más a su congregación (Al predicar la verdad) él sea amado menos 2 Corintios 12:15.
El hombre que predica el Evangelio lo hará con una convicción de lo que está exponiendo no son opiniones humanas, sino la infalible y todo suficiente Palabra de Dios.
¿Podemos ministrar a las almas si carecemos de alguna de estas cosas, y sin la ayuda del Espíritu Santo?
La respuesta es No.
John Piper dice: «Toda predicación genuina está enrraizada en un sentido de desesperación». Nos levantamos el domingo en la mañana oliendo por un lado el humo a infierno y por otro sintiendo la briza del Cielo y luego miramos el lamentable manuscrito que nosotros hemos preparado durante la semana y caemos de rodillas delante de Dios clamando por Su ayuda.
¿Cuáles son las cosas que pueden impedir que recibamos esa ayuda del Espíritu de Dios?
Debemos recordar que Dios no nos da a todos los mismos dones, por esto debemos tener cuidado con la envidia ministerial. Dios da los dones como él quiere. El Espíritu Santo es soberano e impredecible.
Algunos dicen vamos hacer un culto de avivamiento ¿Quién puede tener un culto de avivamiento? Dios puede hacerlo cuando él quiere y como él quiere. Él es Soberano.
1. Cuando el predicador no confía en la ayuda del Espíritu como algo indispensable
Cualquiera de nosotros puede llegar a sentirse seguros de predicar por el tiempo que llevamos predicando. Predicador tú eres un hombre y la Biblia dice maldito el hombre que confía en el hombre. Dios quiere que dependamos de él. Él conoce cuan inutiles somos sin Él, cuando intentamos hacer las cosas en nuestras propias fuerzas, para que aprendamos que sin él nada podemos hacer. Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.
¿Qué tanto anhelamos y esperamos esa asistencia la asistencia del Espíritu Santo? ¿Qué tan conciente estás de lo inútil que es tu pastor sin la ayuda del Espíritu Santo?
Tu pastor es un cero a la izquierda sin la ayuda del Espíritu Santo. Si nos enorgullecemos Dios se encargará de quebrantarnos.
Bástate de mi gracia, ¿de qué tamaño es la gracia de Dios? «Bástate mi gracia» es como decir a un pececito que le baste el océano atlántico. Su gracia es eterna.
2. Cuando es contristada por el predicador
Es una persona divina y reaccionan ante ciertas situaciones, una esposa constristada es una esposa restringida, cuando nuestras esposas son entristecidas con nuestra rudeza, nuestras esposas se retraen y el Espíritu Santo también, si contristamos el Espíritu Santo con nuestro pecado no podemos esperar que seamos usado por el Espíritu Santo.
3. El Espíritu de Dios es profundamente constristado por nuestra pereza en el desampeño de nuestra tarea ministerial
Si Él es el Espíritu de Verdad de seguro se contrista cuando somos peresosos y descuidados en le manejo de la verdad. Cuando venimos delante de la gente sin habernos preparado para decir con confianza esto es lo que dice Dios en su Palabra. Luego de una exégesis de mala clase y de una construcción descuidada del sermón ¿vas a pedirle al Espíritu que te de Su asistencia especial y bendiga el fruto de tu mal trabajo?
El Espíritu se contrista cuando lo que llevamos al púlpito no es causa de un arduo trabajo y esfuerzo.
4. El Espíritu de Dios es profundamente constristado cuando buscamos nuestra propia gloria y no la Gloria de nuestro Salvador.
Con el propósito de glorificar a nuestro Dios, nosotros imitamos a las personas que admiramos, quieres ser como Cristo imita a Cristo.
Si vamos al púlpito a buscar la atención en nosotros mismo no tenemos derecho de que el Espíritu Santo venga con poder a bendecir nuestro ministerio. No podemos venir al púlpito a demostrar que somos inteligentes y que Cristo es glorioso al mismo tiempo. O lo exaltamos a Él o nos exaltamos a nosotros mismos. John Piper decia: «El que da el poder es el que recibe la gloria. Él es el que da el poder».
Nosotros no vamos a buscar cadáveres para darles sepultura, nosotros vamos a buscar cadáveres para darles vida con el poder del Evangelio.
Dios no nos ha enviado al campo de batalla sin los recursos necesarios. Oren por sus pastores al ver esta tarea tan ardua, deben orar y clamar por sus pastores.
Puedes escuchar el Sermón completo en el siguiente link: https://goo.gl/FGyBAe
Fotografía cortesía de Edu Vazquez