Hace un tiempo, Gustavo Falcón, pastor en Vástago Epicentro (redes de iglesias lideradas por Jesús Adrián Romero), afirmó lo siguiente «Jesús no fue Dios en la tierra porque si no, no hubiera tenido chiste el sacrificio, les dejo este punto teológico profundo explicado de una manera sencilla». ¿Qué realidad bíblica, histórica y teológica hay detrás de dicha expresión? A continuación lo expongo.
La importancia de no ser un neófito y estar tras un púlpito que se abre a la falsedad
«Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño» (Hechos 20:28-29).
Ningún ministro puede administrar las grandezas posicionales de Cristo a otros creyentes adecuadamente a menos que su propia alma esté en plena sujeción y dependencia de las Escrituras. La palabra obispos, del sustantivo episkopos, significa literalmente “uno que vigila” o “guardián”. Está compuesta de epi, que es «arriba de, sobre de» y de skopos, que es «vigilar». La función es clara: más que un cargo de autoridad, este es de cuidado. La primera responsabilidad de un hombre de Dios es tener cuidado de su propia condición espiritual. Si falla en eso, pierde su enfoque y no le valdrá nada que haya tratado de velar por aquellos que han sido puestos a su cuidado. La responsabilidad de estos líderes era apacentar, literalmente “pastorear” del gr. poimainein, que es «alimentar» la iglesia del Señor. Algunos manuscritos griegos dicen “de Dios”.
Aquellos que piensan que la “iglesia de Dios” es genuina, piensan que el cambio fue hecho por la implicación de que era la sangre de Dios la que compró la iglesia. Tenemos que admitir que tal es la impresión que nos da la lectura, “la iglesia de Dios la cual él ganó por su propia sangre”. Literalmente es “por medio de la sangre del suyo propio”. La palabra griega traducida ganó significa esencialmente “adquirió para sí mismo”, por su propia sangre. Si la lectura correcta del gr. ekklesian tou theou, como sí lo es, entonces Jesús es aquí llamado «Dios», ya que afirma «la iglesia de Dios», quien derramó su propia sangre por el rebaño. Esto demuestra adquisición y posesión divina: el amo es Dios y así es llamado Jesucristo en el texto.
Pablo sabía que después de su partida entrarían entre ellos lobos rapaces, cuya traducción podría ser más bien “lobos feroces”. En contraste con el verdadero pastor del rebaño, el cual cuida y alimenta, estos lobos hambrientos no perdonarán al rebaño. Mientras el pastor educa, guía, cuida y alimenta preocupado por las ovejas del amo, el lobo se enfoca en su necesidad egoísta, dispersa, divide y maltrata preocupado por sus intereses, no respetando que tienen dueño.
Claramente se expresa que Dios en su suprema soberanía estableció un orden para cuidar su pertenencia (su cuerpo, la iglesia) de falsos maestros, falsas enseñanzas y falsas prácticas. Para ello es necesario que el obispo, «pastor que vigila y cuida», sea como 1 Timoteo 3:1-6 expresa: un hombre que lleve una vida intachable. El pastor reconoce día a día que la iglesia no le pertenece, que al ser parte de ella la cuida y no ejerce sobre los hermanos un control tirano, sino que anhela que el control lo tenga Cristo. Esto se opera alimentándola con la Sana Palabra de Dios (1 Pedro 5:2-4).
¿Qué relación tiene todo esto con la afirmación del Sr. Falcón? Sencillo, el verso arriba mencionado expone tres cosas fundamentales: 1) La persona que enseña debe estar preparado, no debe ser un simple neófito, eso, en parte, es la causa de que hoy día tanta falsa enseñanza se haya introducido a la iglesia latinoamericana que, en mi opinión, está enferma; 2) El mismo verso expone en su contexto léxico original griego que Cristo es Dios, y lo afirma desde el punto de vista en el cual se hizo hombre por dos razones: a) Derramó Su sangre. Habla de un hecho pasado que tiene consecuencias continuas, es decir, vino como hombre, murió como hombre, resucitó como hombre y ascendió como hombre. Pablo menciona ese hecho dándole a Él el título de Dios. Y b) la pertenencia divina. También con base en Su humanidad perfecta la Iglesia le pertenece a Dios, el cual la compró con Su sangre; 3) Los falsos maestros entrarían a socavar la Sana Doctrina, por ello, el pastor debe estar enteramente preparado para educar a la iglesia en la verdad. Por todo lo anterior, la afirmación del Sr. Falcón («Jesús no fue Dios en la tierra, porque si no, no hubiera tenido chiste el sacrificio») es completamente herética.
La realidad de la doctrina hipostática en las Escrituras
Si no todo en Jesús es Dios, implicaría un sacrificio semiimperfecto y de paso Él sería un ser semiperfecto, por lo que, según lo que Falcón afirma, la persona de Cristo sería una perfecta imperfección y la unión hipostática entonces es una idea sin fundamento alguno digna de repudio. De ser así, las palabras y obra del Salvador no son de fiar. ¿Jesús no era Dios en la tierra? Tal afirmación es totalmente herética por su rechazo a la verdad escritural y cristológica (Filipenses 2:6-7; Isaías 9:6-7), pues desde la encarnación Jesús es simultáneamente verdadero hombre y verdadero Dios, a esto se le llama unión hipostática.
¿Cómo saberlo? Las Escrituras afirman: «Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (Colosenses 2:9). Históricamente la kenosis fue considerada una herejía. Él no se despojó de su deidad, Él se hizo hombre. La doctrina de la kenosis señala que el Hijo de Dios escogió renunciar a sus atributos divinos, cosa que nuca pasó: solo tomó forma humana. El gnosticismo del siglo I apuntaba a que Cristo, al hacerse hombre, no era divino porque todo lo material es malo, punto totalmente herético también. En Génesis capítulos 1 y 2 vemos que Dios creó todo y vio que era bueno (cumplía su función). Lo material no era malo, es el uso errado que el hombre le da lo que es malo. Cristo, al hacerse hombre, no se despojó de sí mismo, tomó forma de. Si se hubiese despojado de su deidad como dice Falcón, entonces era un pecador natural como cualquier hombre común. Esto rechaza lo que la misma Escritura afirma de que no hubo pecado en Él (1 Pedro 2:2).
La parte malentendida en Filipenses 2:7 es «sino que se despojó a sí mismo». Cuando el verso dice que se despojó a sí mismo, se remita a despojó del gr. ekenöse, de kenos, que significa «vacío». Nunca la palabra misma alude que era con relación a su naturaleza divina. Esto era imposible. Siguió siendo el Dios encarnado. Claramente el verso afirma que Cristo abandonó su ambiente de gloria, asumiendo las limitaciones del lugar (espacio).
Muchos afirman que cuando el Señor Jesús andaba por la tierra, ya no tenía todo conocimiento (comparar con Mateo 9:4) ni todo poder (ver Marcos 1:27). Claramente, no estaba físicamente en todos los lugares al mismo tiempo porque se limitó durante un lapso a estar en una esfera de espacio y tiempo, pero seguía siendo el Dios Trino. Algunos incluso llegan a decir que estaba sujeto a las limitaciones de todos los hombres, que se hizo susceptible a los errores, al pecado y que aceptó las comunes opiniones y mitos de Su tiempo. Las Escrituras niegan esto de manera absoluta. El Señor Jesús no dejó de lado ninguno de los atributos de la divinidad cuando entró en el mundo como hombre. Cristo seguía siendo omnisciente, seguía siendo omnipresente, seguía siendo omnipotente como lo es hasta el día de hoy y como lo será por la eternidad, porque su divinidad no depende de la concepción humana, sino de Sí mismo.
Con relación a “despojarse”, lo que hizo fue vaciarse de Su igualdad posicional y velar la gloria de la Deidad en un cuerpo de carne humana. La gloria estaba ahí, toda, aunque escondida ante los ojos humanos. Si notamos, la misma resplandeció en el monte cuando se transfiguró (Mateo 17:2). No hubo un momento en Su vida terrenal en que no poseyese todos los atributos divinos. No dejó de lado Su deidad, solo Su lugar en el cielo, y eso fue solo temporal. Si hubiese sido un hombre común al dejar a un lado su divinidad, no habría sido un acto de despojo sino más bien de desalojo y rechazo a la divinidad.
La humanidad del Señor es tan real como Su deidad. Él es verdadero Dios y verdadero hombre, de no ser así entonces Tomás podía haber sido considerado un idólatra al decirle «¡Señor mío, y Dios mío!» (Juan 20:28). Jesús nunca lo reprendió por hacer esa afirmación acerca de Él, claramente porque Jesucristo era el Dios encarnado.
¿Cómo se puede comprender la hipostática y no caer en falacias exegéticas como la que criticamos en este texto?
- Leyendo adecuadamente las Escrituras en su propio contexto:
- Literario (familiarizándose con el libro).
- Inmediato (observando lo que el contexto inmediato afirma).
- Histórico (observando lo que la misma historia afirma de tales tiempos).
- Cultural (informándonos sobre la cultura, los usos y las costumbres de tales tiempos).
- Léxico (haciendo uso adecuado de las palabras en su contexto original).
- Reconociendo que todo el Antiguo Testamento habla de Jesucristo (Lucas 24:27,44-45; 1 Corintios 15:1-8) y que el Nuevo Testamento lo confirma.
- Su sacrificio, resurrección y ascensión comunican su deidad (Hechos 1:3-11).
- Rechazando toda enseñanza que niegue el cristianismo bíblico e histórico.
Dios es el único que debe ser adorado. Si Jesucristo no es Dios, ¿por qué sería el Cordero digno de todo poder, gloria, honra y alabanza (Apocalipsis 5:12)?