Sinclair Ferguson nos trae en este libro un asunto de suma importancia: tener un corazón para Dios. El Señor nos dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.

Este es el grande y el primer mandamiento. [1] Conozco mi corazón, que es malo, pero gracias a nuestro misericordioso Dios no me deja ser lo malvada que puedo ser. También gracias a Él, a pesar de conocer mi corazón malo mucho más que yo, no me desprecia sino que me ama. Este es el Dios que quiere nuestro corazón para Él, completamente para Él, no quiere migajas, es un Dios celoso (Deuteronomio 6:15).

“Fuimos creados para conocerle y eso nos tendrá ocupados por toda la eternidad”.[2]

Conocer a un Dios infinito, eso es lo que hacemos ahora y lo que haremos en la eternidad: adorarle, mirar su hermosura y su gloria.

“El verdadero conocimiento de Dios, entonces, no se aprende de libros (aunque pueden ayudarnos); no se aprende en la escuela ni en el seminario (aunque deberían promoverlo). Tampoco es un simple incremento de la información acerca de Dios (aunque tal información debe estimularlo). No. El conocimiento de Dios es personal, pues es el conocimiento de un Dios personal. Es recibido solamente por aquellos que buscan conocerle con un espíritu de dependencia de Él y que le piden al Espíritu Santo que les guíe a la verdad”.[3]

Para tener un corazón para Dios tienes que conocerlo. En el libro se nos habla de la Trinidad: «…un Padre que nos ama, un Hijo que vino a morir por nosotros, un Espíritu que nos lleva al corazón de Dios y trae a Dios a nuestros corazones».[4]

Vivimos en un mundo donde la falta de conocimiento de Dios es agobiante. Los ortodoxos de mi país lo ven como a un Dios que pide buenas obras, que pide besar imágenes y cruces de madera para tal vez llegar al cielo. Pero ese dios no es Dios porque es alguien a quien puedes sobornar. Nosotros a veces creemos que podemos comprar a Dios, podemos leer la Biblia pensando que hicimos algo por lo cual Dios tendrá que pagarnos, pero no. Eso es el minimum minimorum[5] para conocerlo, luego tenemos que meditar, aplicar, orar, hacerlo una y otra vez, nunca parar.

Él no nos necesita, por más indispensables que nos creemos, no somos necesarios para su gloria. Dios es eterno y glorioso en sí mismo, pero aquí estamos, y nuestra existencia es solamente por su voluntad y gracia. «Si el universo nunca hubiese existido, Su gloria habría permanecido completa; si el hombre nunca hubiese sido creado, Su comunión habría sido sublimemente gozosa aún».[6]

Nuestro corazón se hace ídolos muy fácil, reemplazamos a un Dios tan grande y lleno de esplendor con cosas despreciables e insignificantes. Nuestro corazón es un altar donde se hacen sacrificios a dioses ajenos, aunque sabemos que Dios es el único a quien debemos rendirle culto y que Él desea tener nuestro corazón, nuestra obediencia.

No culpemos al diablo de nuestros pecados. Es él quien miente, quien hace las cosas, él tienta, pero los pies que caminan hacia el abismo son nuestros, el diablo no nos empuja allí, nosotros nos vamos muy elegantes hacia él. El diablo nos susurra dulces venenos en los oídos, pero nosotros escogemos obedecerle. Mi más grande enemigo soy yo misma, son mis pecados que me alejan del Señor, así que para tener un corazón para Dios, yo debo morir para que Dios viva en mí: «Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí».[7] Esto es lo que Juan el Bautista dijo: “Así, pues, este mi gozo ha sido cumplido. A él le es preciso crecer, pero a mí menguar”.[8]

Recordemos: “La meta es Dios mismo/ No el gozo, ni la paz;/ Ni aún las bendiciones, / Sino Él mismo, mi Dios”.[9]


[1] Santa Biblia : Reina-Valera Actualizada (1989). (electronic ed. of the 1989 editio., Mt 22.37–38). El Paso: Baptist Spanish Publishing House. Mateo 22: 37-38.
[2] Un corazón para Dios, Sinclair Ferguson, p. 1.
[3] Ídem, p. 7.
[4] Ibídem, p. 24.
[5] Latino = absolutamente mínimo.
[6] Un corazón para Dios, Sinclair Ferguson p. 38.
[7] Santa Biblia : Reina-Valera Actualizad. (1989). (electronic ed. of the 1989 editio., Gl 2.20). El Paso: Baptist Spanish Publishing House. Gálatas 2:20
[8] Santa Biblia : Reina-Valera Actualizad. (1989). (electronic ed. of the 1989 editio., Jn 3.29–30). El Paso: Baptist Spanish Publishing House. Juan 3:29-30.
[9] Un corazón para Dios, S. Ferguson p. 150.

Encargada de la edición Ana Ávila