Me temo que la vida de muchas de las personas que se declaran religiosas en esta época no es más que una búsqueda continua de estimulantes espirituales. Tienen un constante apetito morboso de emociones frescas; y parece que les importa poco de qué se traten con tal de conseguirlas. Todas las predicaciones les parecen lo mismo; y son incapaces de “ver diferencias” mientras oigan palabras inteligentes que les halaguen el oído y mientras puedan sentarse en medio de una multitud.