¡Llegamos a la cuarta y penúltima parte de esta serie de veintiséis consejos concisos para aquellos que sufren!

En la entrada anterior consideramos cómo Jesús puede consolarnos de manera poderosa en medio de nuestros sufrimientos, y qué papel tienen en nuestra rehabilitación nuestro amor por Dios y por los hombres. También consideramos cómo examinarnos a nosotros mismos en medio del sufrimiento de otros, y que la causa última por la que los sufrimientos existen en nuestra vida es la gloria de Dios. En total, hemos reunido ya dieciséis consejos; consideremos hoy seis más.

17) El sufrimiento le pone serio, por lo que el sufrimiento es un efectivo asesino del engaño del pecado. El sufrimiento nos despierta de un grito a las cosas que importan en la vida y las que no; en otras palabras, el sufrimiento nos despierta a la realidad. Ante la realidad pura y sin máscara, las ofertas de placer prohibido que Satanás nos hace tanto cotidiana como extraordinariamente se verán grotescas y absurdas. Así que no desperdicie esta oportunidad de matar el pecado en la misma cara de Satanás justo cuando él más quiere tumbarle. El sufrimiento le da ojos para que vea la realidad, el valor de las cosas tal y como se ven a la luz de la realidad de la eternidad. En este sentido, la aflicción no hace más que quitarle los pesos que sobran en su equipaje de peregrino, a fin de que pueda continuar el resto del camino más libre y ligero.

18) Usted no va a poder pasar la prueba en medio de su sufrimiento a menos que sea lleno del Espíritu Santo. ¡Clame a Dios por esto! ¡Necesita que el Espíritu domine sus pensamientos, sus sentimientos y acciones! Si bien en los procesos del sufrimiento agudo hay un momento para estar solos y en silencio, también necesitará en otra etapa orar junto a otros. El calor del corazón de otros en sus oraciones lo ayudará a calentar el suyo.

19) Pida ayuda, especialmente, a aquellos que han cursado su misma materia respecto al sufrimiento. No sea soberbio pensando que no hay nada que puedan decirle, y considere que incluso el abrazo amoroso de alguien que ya ha cruzado por el mismo valle en el que ahora usted se encuentra atrapado, puede ser poderosamente sanador. Considere que los heridos difícilmente pueden curarse a sí mismos.

20) No escuche a Satanás cuando le diga que usted está saliendo demasiado rápido de su duelo, pero escuche al Espíritu cuando le indique que todavía debe quedarse un tiempo más en la casa del luto. Satanás es despiadado más allá de nuestra imaginación, por lo que si él le ve en el suelo, no vacilará ni pestañeará un segundo, sino que comenzará a patearle como una máquina; y uno de los golpes más sutiles que él puede darle en medio del sufrimiento es susurrarte, haciéndose de todo el legalismo natural en usted, que es necesario que “sufra más antes de volver a la vida normal”, y de esta manera él puede hacerle pensar que necesita “llorar sangre” a fin de que su sufrimiento sea agradable a Dios; ¡no es así! Hay un momento para sufrir y otro para dejar de sufrir (lea las siguientes historias: 2 Samuel 12:15-24 y Nehemías 8:5-12). Pero a veces puede que sea Dios el que nos diga que no estamos aprendiendo las lecciones que debemos aprender en medio del sufrimiento, por lo que debemos ser más profundos en nuestras meditaciones, oraciones y conversaciones con otros hermanos piadosos. En este último aspecto, ¡le ruego que no sea superficial en el tratamiento de su propio caso, porque lo lamentará sobremanera! Porque como dice el dicho: “Lección no aprendida es lección repetida”. El maestro Tristeza suele ser muy duro, pero si le presta atención, después de todo, le agradecerá a Dios por haberlo enviado; ¡pero aprenda las lecciones, a fin de que no sea necesario que lo vea nuevamente en breve! No repita la materia, se lo ruego (ver Santiago 1:2-4 y 1 Pedro 1:6-9).

21) En cierto momento usted tendrá que olvidar lo que queda atrás y proseguir hacia la meta. No siempre es fácil saber cuando hay que, con muchas lágrimas pero aceptando todos los consuelos y las pocas o muchas explicaciones que Dios mismo nos da, decidir firmemente voltear la página de nuestra vida a fin de poder continuar escribiendo nuestra historia; pero en algún momento hay que hacerlo, tanto de la manera más natural como deliberada posible. Nuevamente: pida consejo a hombres sabios y sensibles.

22) Prepárese para sufrir más. Sí, habrá más sufrimiento, porque nuestra carne jamás se convertirá, el diablo no disminuirá su odio hacia nosotros, y todavía nos falta mucho para llegar a ser más semejante al Varón de dolores, y el sufrimiento es el formón que Dios usa para tallar en nosotros la imagen quebrantada y feliz de su Hijo. El sufrimiento muchas veces suele atacar por la espalda y disparar a sangre fría, por lo que es necesario que se mantenga velando para no perder una mentalidad y actitud de guerra. Por otro lado, es necesario que esté dispuesto a sufrir más si por medio de su aflicción el reino de Cristo avanzará o si, simplemente, Dios quiere levantar un monumento a Sí mismo, a su gracia para sustentar y a su amor para consolar, delante de los ángeles santos y malignos, haciéndole sufrir en la soledad del desierto; y en tal caso, ¡considere una gran privilegio que Dios se haga en y de usted una flor dulcemente aromática en medio del desierto, porque estas, sin lugar a dudas, son las más valiosos para Él y serán las más recompensadas en la gloria venidera! Recuerde nuevamente el dicho del viejo puritano Thomas Watson: “Mientras más pesada sea su cruz, más pesada será su corona”.

¿Cómo sigue en su sufrimiento? Sé que a veces el dolor nos aturde tanto que no podemos recordar ni las cosas más obvias. Repase estos consejos para no olvidarlos. Tenga esperanza y ore: “De mañana sácianos de tu misericordia, Y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días. Alégranos conforme a los días que nos afligiste, y los años en que vimos el mal” (Salmo 90:14-15).

¡Nos vemos en la próxima y última entrada!

Su hermano, compañero en el hospital de la aflicción y siervo en Cristo,
Nicolás Serrano.