Estamos en la segunda entrada de una serie de cinco artículos con veintiséis puntos concisos acerca de cómo enfrentar el sufrimiento en sus diferentes aspectos. En la primera entrada aprendimos por qué debemos valorar el sufrimiento: porque es operado por Dios con varios propósitos, entre los cuales está el de acercarnos más a Él; si no existe bien lejos de Dios y el sufrimiento nos acerca a Él, entonces hay un aspecto en el que el sufrimiento, de una manera indirecta, es bueno para nosotros. Vimos además que no podremos salir del pozo de la aflicción a menos que conozcamos bien el amor de Dios por nosotros y rechacemos la autoconmiseración. Y en último lugar, aprendimos que muchas veces Dios nos da el privilegio de ser escogidos para sufrir con el fin de que Su nombre sea exaltado, para el bien de su pueblo y del mundo perdido. Si no leyó la entrada anterior, le recomiendo que lo haga, ya que los seis consejos que vimos en la misma preceden de manera lógica los puntos que siguen a continuación. ¡Sigamos con una nueva lista de consejos!
7) Las aflicciones son el mejor lugar para alabar a Dios. Su presencia, amor y Palabra (especialmente el Evangelio, la experiencia de los personajes bíblicos y las promesas de gracia que Dios nos ha hecho) nunca serán tan reales como en el valle de sombra de muerte, en las muchas aguas, en el horno de fuego y en el polvo y cilicio. Además, no olvide que, tal como en el caso de Job, la razón por la que Satanás va a acercarse a usted en medio de la aflicción (o por la que trajo la aflicción, si es que a Dios le ha placido usarlo como a un lacayo para su propio bien) es para que usted se queje; y la queja siempre es un atentado contra la sabiduría, la justicia y el amor de Dios. ¡Alabe a Dios, y Él le dará nuevas fuerzas! ¡Resista la tentación de desconfiar de Dios!
8) Deje lugar al silencio. Lo primero que Job hizo cuando recibió todas las malas noticias respecto a su sufrimiento fue retirarse para adorar a Dios. Pero, no obstante, luego pasó alrededor de una semana en silencio. El silencio es necesario. El shock del golpe de Dios nos deja sin aliento y en silencio, y está bien. La meditación nos hace estar en silencio, y está bien. Necesitamos apartarnos de los hombres y estar solos, y está bien. Hemos de aprender el lenguaje de la oración silenciosa: “Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová” (Lamentaciones 3:26). Y, en medio del silencio, cuando no tenemos palabras propias, a veces la mejor forma de orar es cantando lo que otros han expresado a Dios en momentos similares, por lo que le recomiendo que utilice los Salmos y la buena música que puedan prestarle palabras propicias para su caso. Y si no, recuerde que Dios comprende sus gemidos silenciosos y no necesita que usted se exprese de otra manera si no puede hacerlo.
9) El sufrimiento revela nuestra realidad, nuestra exacta escala de valores, es decir, la verdad en cuanto a lo genuino y lo maduro de nuestra fe. Por lo que, si la esencia de la fe es estar satisfecho con todo lo que Dios es y promete ser para nosotros, la gran e importante pregunta que usted debe hacerse en medio de su aflicción, es: ¿Estoy realmente satisfecho con todo lo que Dios es y promete ser para mí, en medio de mi aflicción? Otra manera de hacerse la misma pregunta a fin de examinarse, puede ser la siguiente: ¿Lo que perdí en medio de la aflicción es más importante para mí que lo que Dios quiere hacer en mí y en otros a través de este movimiento de su soberanía? ¡Tenga cuidado con el sufrimiento pecaminoso! A veces, en medio del sufrimiento, podemos perder el gozo solemne (¡dije «gozo solemne», no «sonrisa superficial»!) por causa de que con nuestra actitud decimos a Dios lo siguiente: “¡Si Usted me saca mi X, entonces no quiere nada más!”. Y si en su sufrimiento descubre que es mucho más débil y pecador de lo que se imaginaba, dele gracias a Dios por hacerlo más coherente, y descanse en Él como su Salvador como lo hizo cuando por primera vez fue convencido de pecado por el Espíritu Santo. Y no olvide que Dios no lo prueba para saber qué es lo que hay en su corazón (puesto que Dios es omnisciente), sino para que usted lo conozca a Él y sea así más libre y feliz al final del tratamiento.
10) Dios lo hace sufrir a usted porque lo ama y su vida es importante para Él. No lo haría sufrir si no fuese necesario para su bien y el de sus hermanos e, incluso, el de los pecadores que necesitan desesperadamente ver una demostración real del valor de Cristo a través de nosotros, sus discípulos. Recuerde que usted es “la niña de sus ojos” (Salmo 17:8), “su deleite” (Isaías 62:4; Salmo 149:4; Proverbios 15:8), la “corona de su mano” (Isaías 62:3) y su “dama de gran estima” (Isaías 43:4). Por lo que, como escribió el sufrido Cowper, no olvide nunca la siguiente verdad: “detrás de una providencia que frunce el ceño, se encuentra la sonrisa escondida de Dios”.
11) Dios lo hace sufrir para convertirlo en un ministro de consolación. En medio de su sufrimiento usted se volverá más comprensivo y paciente, y será necesario que se arrepienta por las veces en las que no ha sido lo suficientemente sensible con otros en sus sufrimientos; aprenda así a “llorar con los que lloran” (Romanos 12:15) y a nunca más reírse mientras otros se visten de negro. Dios envía sufrimientos a sus hijos a fin de dar lugar a su gracia consoladora, a fin de calificarlos como consoladores para con otros y así convertirlos en un eslabón más de esta cadena del amor de Dios. Por tanto, tenemos el privilegio de sufrir bajo los designios de Dios para el bien de otros, por el amor que Dios tiene por otros, tal como lo fue en el caso de Cristo. Lea detenidamente la aplicación que hace Pablo en este sentido: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos” (2 Corintios 1:3-6). ¡Reciba con gratitud su nuevo llamamiento y ministerio, que le permite estar más cerca del corazón de Cristo y de los hombres!
12) En Romanos 5:2-5 el fin del sufrimiento es el desarrollo de nuestra esperanza, es decir, de nuestro anhelo por terminar con este peregrinaje en las puertas de la ciudad celestial. Y el aumento de esta esperanza nos hace menos terrenales, sella en nuestros ojos la eternidad y nos hace evangelistas y consejeros más útiles para Dios. Es bueno que, en medio de su sufrimiento, sepa hacia dónde Dios se dirige, a fin de que no lo resista. Después de su sufrimiento, usted llegará a ser una persona más celestial y podrá llevar a otras personas a dejar de vivir para las cosas que no valen y a vivir para las que valen. La eternidad, con toda su gloria y la dicha que traerá en Cristo para usted, transformará su presente después de que el sufrimiento le dé nuevos colores al paraíso de Dios.
¿Dónde se encuentra parado en medio de su sufrimiento? ¿Qué ha aprendido? ¿Se ha detenido a pensar lo suficiente? Si no se ha detenido, todavía puede hacerlo. De seguro, tratar de calmar sus preguntas con mucho ruido no será ningún alivio real. Y dejar que simplemente pase el tiempo no será de ayuda; el tiempo solo será un amigo si usted se para con sinceridad y humildad ante Dios en medio de sus aflicciones. ¿Puede ver el amor de Dios por usted? ¡Vamos, no se detenga! ¡Usted debe buscar a Dios!
Hasta la próxima entrada. Todavía nos quedan tres listas más de consejos.