Los primeros cristianos caminaban por una Senda Antigua, un estrecho camino, con una pesada mochila de verdades fundamentales para la vida cristiana; difícil camino, pesada mochila, para el peregrino seguidor de Cristo.

Con el paso de los siglos, esta senda fue poco a poco ensanchándose y se vio intersecada por numerosos cruces de caminos. Se encontraron atajos, apeaderos y áreas de descanso en donde fueron vaciando su bien surtida mochila, llenándola de la basura que encontraban por el camino.

La Reforma surgió, única y exclusivamente, de la sencilla conducta de examinar la realidad a la luz de la Biblia y decidir someterse a lo que ésta señala. La Biblia dejaba de ser un libro del que se leían porciones en la misa y a cuyas historias se referían con mayor o menor exactitud las esculturas, pinturas y vidrieras de las iglesias, para volver a colocarse en el centro de la vida y la reflexión de los creyentes. Volver a la Senda Antigua, regresar al camino estrecho.

Sola Scriptura: la Biblia se interpreta a sí misma

Retornar a la Sola Scriptura enseña que solo la Biblia es la palabra de Dios autoritativa e inspirada, es decir, la única fuente de doctrina cristiana, y que es accesible para todos, capaz de ser entendida con claridad y que se interpreta por medio de ella misma.

Hace más de tres décadas yo me convertí leyendo la Biblia, y puedo dar testimonio personal del poder de la Palabra de Dios. No había hablado antes con ningún evangélico que me mostrara el mensaje de salvación. Tampoco había pasado por mis manos un folleto o libro evangelístico. Pero, al igual que le sucedió a Lutero, a Calvino, a tantos reformadores, el mero contacto con el texto sagrado me dejó de manifiesto que la Verdad no se hallaba en el seno de la iglesia católica.

Sola Scriptura: el alimento del cristiano

Cuando, meses después, me encontré con una iglesia evangélica, lo que más me llamó la atención fue que sus predicaciones arrancaban de la Biblia. Esta era enseñada en varias reuniones semanales, capítulo por capítulo y versículo por versículo. Nadie me hizo referencia a doctrinas humanas, ni a tradiciones ni a teologías. Sólo a la Biblia.

Por otro lado, no se trataba únicamente de que la Biblia fuera el centro del culto – sí, había alabanza, pero nadie estaba tan loco como para pensar que eso podía ser el centro del culto eclesial – sino que era el centro de nuestra vida cotidiana. Todas las mañanas (y no sólo por las mañanas) lo normal era acercarse a la Palabra de Dios para escucharle a Él y aprender sobre Él.

Sobre la Biblia hablábamos y discutíamos y teníamos comunión. No recuerdo que jamás nos cansáramos, ni tampoco que agotáramos los temas. Al culto y al devocional diario además sumábamos el estudio. Todos y cada uno de nosotros sabíamos que con solo la Escritura teníamos más que suficiente.

Sola Sciptura: el sustento de la Iglesia

La reforma que hoy en día la Iglesia necesita imperiosamente, es recuperar el principio de Sola Scriptura de manera radical. La vida de la Iglesia no puede basarse en recitales de música cristiana, por muy buenos que sean. La vida de la Iglesia no puede basarse en telepredicadores como invitados especiales a las iglesias para acrecentar sus ya abultados bolsillos.

La vida de la iglesia no puede basarse en la última moda importada del otro lado del océano y que nunca durará más de unos años. La vida de la iglesia no puede basarse en las predicaciones – no pocas veces ridículas – de autoproclamados apóstoles.

La vida de la iglesia no puede basarse en el cultivo de tradiciones. La vida de la iglesia no puede basarse en subvenciones del estado. La vida de la iglesia no puede basarse en esas y en otras cosas, igual que en el s. XVI no podía hacerlo en la autoinvestida autoridad de papas y obispos, en ritos complicados pero muertos, en una tradición de siglos pero contraria a las Escrituras, en la predicación de los que anunciaban indulgencias a cambio de dinero o en el respaldo del poder político para aumentar la influencia social.
La vida y la fe de la iglesia ha de sustentarse sobre la Sola Scriptura a menos que desee irse corrompiendo y convirtiéndose en un aparato en apariencia poderoso y pujante, pero espiritualmente muerto.


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