Cuando leo estos pasajes, de los cuales se nutrió Martín Lutero para redescubrir la justificación por la fe y siendo un mes que celebra la reforma protestante de 1517 donde nos separábamos de la iglesia romana, re-abrazamos la doctrina de los apóstoles y la fe católica (universal). No podemos dejar de rememorar cómo la gracia divina nos justifica por los méritos de Cristo, a pesar de nuestra incapacidad de obrar para Dios.
Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
—Romanos 1:17
En el pasado, la distinción era entre fe y obras en relación a la salvación, la incertidumbre hoy se pone en “¿cuál fe es la que salva?”
Algunas ideas que no son fe salvadora
- Fe negociante. Mi corta experiencia como aprendiz de pastor he apreciado que muchos tienen “fe en Jesucristo”, pero se habla en demasía de la “fe” como una moneda de cambio engendrado por el creyente para asirse de la gracia divina. El evangelicalismo ha permeado la iglesia de Cristo, esta nueva ola de la fe como un fin y no un medio ha transformado la “fe” en una transacción mercantil con Dios. La fe se ejercita entonces para poder alcanzar los beneficios de Dios, no es en Dios en quien se cree como fin, más bien es por medio de Dios que alcanzó las riquezas o beneficios que él me da.
- ¿La gran fe que mueve montañas?. Cuando revisamos el pasaje de Mateo 17:20 Jesús les dijo: “…porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”. Decimos que todo está en el tamaño de nuestra fe, que debemos aumentar nuestra creencia en Dios para ver cosas más sorprendentes. Nos enorgullecemos de poseer mayor fe que las personas que les cuesta tener una “gran fe”. La gran fe es aquella que aunque pequeña y débil, se coloca en el gran Salvador. El objeto de nuestra fe es la que determina el destino de nuestra alma.
- La fe como un asentimiento intelectual. La pregunta 21 del catecismo de Heidelberg nos enseña qué es la verdadera fe: “No es sólo un seguro conocimiento por el cual considero cierto todo lo que el Señor nos ha revelado en su palabra, sino también una verdadera confianza que el Espíritu Santo, infunde en mi corazón, por el Evangelio, dándome la seguridad, de que no sólo a otros sino también a mí mismo Dios otorga la remisión de pecados, la justicia y la vida eterna, y eso de pura gracia y solamente por los méritos de Jesucristo”. Muchos han entendido las doctrinas de la gracia y que no es el hombre quien se acerca a Dios, sino que es Dios quien por pura gracia ha decidido acercarse a nosotros. Pero también puede ser que muchos hombres no posean una fe genuina. Esta es una fe que puede pensar en una salvación segura teniendo un mero acercamiento intelectual a la persona de Cristo, pero es solo una profesión externa de fe sin los elementos de una vida expuesta al Salvador. Es una fe que no tiene más que un modelo intelectual.
Conclusión
Como escribió Robert Murray M’Cheyne el 13 de agosto de 1833 en su diario: “Solo con una clara convicción de pecado podemos obtener la única y verdadera confianza para depender de la justicia de otro y, por tanto (¡aunque parezca mentira!), de paz y alegría para el cristiano”. La fe salvadora es la que confía (fiducia) en un gran y poderoso Salvador; no jactanciosa, no orgullosa, no intelectual. Como lo expresaría Charles Spurgeon, la fe es la mano extendida de un mendigo esperando recibir de Dios.
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