Ha existido, y permanece aún, algo de confusión respecto al papel que juega la apologética y sus usos sobre una defensa de la fe cristiana. Las Escrituras nos afirman que el hombre, debido a la Caída (Gen. 3), está esclavizado a la depravación y no puede responder al evangelio por sí mismo (Rom. 3:11). Por lo tanto, aunque nosotros tenemos la tarea y privilegio de compartir el Evangelio, sabemos que no se trata de la habilidad del evangelista, sino que Dios “atrae” al hombre a Su amado Hijo Jesús cuando el pecador escucha la predicación (Rom. 10:13-15) del Evangelio porque es Poder de Dios para la Salvación (Rom. 1:16).
Por lo tanto, nos debemos hacer esta honesta pregunta: Si el hombre se encuentra en dicho estado tenebroso y ningún argumento humano que desafía el razonamiento o el intelecto tiene el poder de iluminarlo a la verdad, por qué utilizar la apologética? ¿Sería posible evangelizar por debatir con el razonamiento del hombre caído?
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. —Romanos 1:18-21 RVR 1960
En el agosto del 2003, Dios en Su gran misericordia salvó a un infeliz, el mismo que escribe estas líneas. Aunque se puede compartir varios detalles sobre ese regocijante evento, debo mencionar uno aquí sin falta. Yo profesaba escepticismo en cuanto a la existencia de un “Ser” eterno que pudiera haber creado todo. Se puede decir (sarcásticamente por supuesto) que a Dios se le olvidó convencerme de Su existencia antes de convencerme de Su salvación. Creo que la razón está en que realmente yo sabía que Dios existe. Incluso, para que alguien crea en verdad que no existe un Creador, su cerebro tiene que decírselo a su propio corazón hasta el punto en que su corazón diga “no hay un Dios”, a lo cual responde Dios, “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”. (Salmo 14:1a.)
No obstante, cuando estemos ante Dios, el escéptico no podrá decir que no hubo suficiente evidencia como supuestamente dijo el ateo Bertrand Russell.[1] Lo que el escéptico en su incredulidad ha confesado realmente es que no hay una falta de evidencia, sino que en la misma manera en que un asesino esconde la evidencia que lo condena, el transgresor tapa la evidencia que le convence día y noche de su pecado. Esto se debe al hecho de que el hombre ha recibido la manifestación de la revelación general de Dios (como Pablo lo explica en la citación anterior en Romanos) pero la ha detenido con su injusticia. Así que el hombre o mujer que se gloria en su “ateísmo” realmente ha intentado silenciar la voz de Dios que es moralmente Puro y Santo que habla a los hijos de Adán quienes están en enemistad con Él por su pecado y rebelión.
Entonces, ¿por qué la apologética?
… Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.
—1 Pedro 3:15 RVR 1960
La palabra griega traducida al castellano “defensa” aquí es apología y significa, “una defensa verbal o declaración o argumento razonado”[2] y este es el versículo preferido de nosotros los apologistas para explicar el alcance y propósito de este ministerio. Lamentablemente, lo que muchas veces no escuchamos decir es el contexto de este versículo.
El primer versículo de 1 Pedro 1 define que la audiencia son los hermanos “expatriados de la dispersión”, es decir, la audiencia es la iglesia perseguida y el contexto de los primeros capítulos hace entender que han sufrido y aún sufren por su fe. Pedro quiere que estos hermanos, con mansedumbre y reverencia, den una razón ¡por su esperanza en Cristo Jesús! Esto no es nada nuevo y no conozco a muchos cristianos que refutarían este punto fundamental, sin embargo, muchos hemos visto lo contrario en la práctica en muchos contextos.
Lo que podemos ver es que la apologética debe ser evangelística y Cristo-céntrica. Así que, el fin de la apologética es responder a las preguntas y dudas que estorban una vista clara de la Cruz de Jesús. Lo más vital es que nosotros entendamos que proporcionar más evidencia en sí no tiene el poder salvífico, puesto que el problema del ser humano es moral y espiritual, mas no intelectual. La apologética es un medio para llegar al Evangelio, así que si no vamos en camino a la muerte y resurrección de Jesús con nuestra defensa de la fe cristiana, simplemente hemos fallado.
No es realmente una lucha sobre evidencias
Es de gran relevancia tener en cuenta que el debate entre el teísmo y el ateísmo es realmente una lucha sobre cosmovisiones y cuando el debate llega a Creación vs. Evolución, el frente de batalla sigue siendo sobre cosmovisiones, y no sobre la ciencia observacional, o las evidencias. Es una lucha sobre como interpretamos la evidencia en el presente al extrapolar hacía el pasado para llegar a una conclusión sobre lo que no podemos observar hoy en día. Y el factor más influyente que controla dicha interpretación sobre el pasado es nuestro punto de partida, sea la Palabra de Dios o el marco filosófico actual que domina el paisaje de la autonomía del hombre.
La apologética es una hermosa herramienta que intento utilizar en toda ocasión posible, sin embargo, no es el manual de instrucciones para la salvación del pecador escéptico. Y si vamos a explorar la apologética… es decir, si vamos a estudiar el punto de partida filosófico de todo argumento y examinar los entresijos del diseño del Universo para refutar la falacia del marco naturalista para entonces presentar un Evangelio bíblico y no adulterado, tenemos que estar comprometidos primero con unas convicciones: que nuestras actitudes y palabras estén bañadas en la gracia, un puro Evangelio nuestra arma, la Biblia nuestra autoridad, el Espíritu Santo nuestro guía ¡y la gloria de Cristo nuestro estandarte!
En conclusión, ¿cuáles son algunos de los cambios que puede hacer para abordar la apologética de una manera que glorifica más a Cristo?
[1] Craig, William Lane, The Evidence for Christianity, Bethinking, accedido el 23 de abril, 2016.
[2] Chaffey, Tim, Introduction, Answers in Genesis, accedido el 23 de abril, 2016.
Importante: No todo lo compartido en el artículo necesariamente es un reflejo de las creencias de Respuestas en Génesis.
Imagen palabra de hombre y Palabra de Dios cortesía de Respuestas en Génesis, 2016