La unción en el Antiguo Testamento

Como escribí en la primera parte de esta serie, la teología de la unción en la iglesia de hoy ha sido mayormente influenciada por las enseñanzas anti-bíblicas de personas como Benny Hinn, entre otros. El propósito de esta serie es observar lo que la Palabra enseña sobre este tema y dejar que ella nos guie a tener una doctrina correcta acerca de la unción.

En esta ocasión estaremos observando lo que se enseña en el Antiguo Testamento. Sería conveniente comenzar definiendo el término. Ungir se puede definir como el “acto de derramar aceite sobre una persona o un objeto”[1]. En el Antiguo Testamento el proceso de ungir fue implementado tanto en la vida cotidiana como en las actividades religiosas del pueblo.

En la vida cotidiana, se utilizaban aceites especiales y aromáticos para ungirse diferentes partes del cuerpo (véase, Rt 3:3; 2 Sa 12:20; Dn 10.3; Miq 6.15). La práctica era muy parecida a nuestra practica hoy día de usar desodorante y/o perfumes.

En la práctica religiosa, la unción vino a ser un símbolo de separación para Dios. Era como un tipo de sello, lo que se ungía quedaba marcado para Dios, o sea separado para el uso santo. La práctica se extendía tanto a objetos como a personas. Se ungió el mobiliario del tabernáculo (Ex 30.26–29), los sacerdotes eran ungidos (Ex 28.41), también los reyes (1 Sa 9.16), y hasta los profetas (1 R 19.16b). Todo esto se hacía como un símbolo de separación y dedicación a Dios.

El Nuevo Diccionario de la Biblia nota:

“…la unción simbolizaba la consagración del ungido a Dios para una función particular dentro de los propósitos divinos. Esta consagración impartía algo de la santidad de Dios al ungido, condición que afectaba todo lo que él posteriormente tocara (por ejemplo, Éx 30:29). Esto se ve en la insistencia de David en no extender su mano contra Saúl, el «ungido de Jehová» (1 S 24:6), aunque el caso de Saúl enseña que los beneficios simbolizados por la unción no existen si la condición espiritual del ungido es mala. Estos beneficios, en el caso de personas ungidas, incluían el investirlas de poder suficiente para el desempeño de sus deberes (Sal 89:20ss), a través del Espíritu Santo (1 S 10:1, 6, 7; 16:13).”[2]

Ahora, es importante notar que en el Antiguo Testamento el concepto de la unción, al igual que todos los otros aspectos de la vida religiosa en el pueblo de Dios, era algo hecho externamente pero que apuntaba a una verdad espiritual. Literalmente se tomaba aceite y se le derramaba por encima al objeto o la persona. Pero al igual que todos los otros actos religiosos del pueblo (sacrificios de animales, presentación de diferentes tipos de ofrendas, quemar incienso, etc.), en realidad era solo un símbolo o un tipo de algo que vendría en el futuro, y que tendría su cumplimiento en el Nuevo Pacto.

En la próxima parte examinaremos lo que el Nuevo Testamento nos enseña de este tema. ¿Será posible que hubo un cambio de lo que vemos en el Antiguo Testamento? ¿Estará la unción limitada a unas personas específicas?, o ¿será posible que Dios ha hecho que la unción esté presente sobre todos los que han creído en Su Hijo?


[1] Alfonso Lockward, Nuevo diccionario de la Biblia (Miami: Editorial Unilit, 1999), 1040.

[2] Wilton M. Nelson y Juan Rojas Mayo, Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (Nashville: Editorial Caribe, 1998).