El Señor es mi pastor, nada me falta;

Salmo 23:1 NVI

¿Cuál es tu actitud hacia el futuro? Existen dos extremos: un pesimismo trágico y un positivismo sin fundamento.

Hay personas que por los golpes de la vida se han vuelto cínicas en cuanto al futuro. Han dejado que el dolor y sufrimiento sea el lente a través del cual ven la vida y el por venir. No esperan mucho, así no sufren tanto.

Por el otro lado, algunos ven la vida con una actitud positiva pero carente de un fundamento sólido. Se repiten expresiones como «todo va a estar bien», pero no tienen una base sólida para estar convencidos de esto.

Hay un tercer camino: el camino cristiano. David nos muestra algo que no es pesimista —aunque sí reconoce la dureza de la vida— y tampoco positivista —aunque sí mira hacia adelante con fe.  Es el camino de la esperanza cristiana.

El Salmo 23 es una de las porciones bíblicas más conocidas, memorizadas y amadas por el mundo cristiano e inclusive por la cultura popular. Y esto no es casualidad. Este canto contiene verdades eternas para el día a día.

En dos frases, el Salmo 23 nos da la base sólida para construir nuestra esperanza ante el futuro.

Esta base comienza con una persona. No un objeto, pensamiento o estilo de vida. Algo aún más real: una persona. ¿Quién? El Señor mismo. El «Yo soy». Aquel que es más real que tú y que yo. Él es la primer pieza de la esperanza.

Pero ¿cuál es la relación del creyente con el Señor? Para el cristiano, «el Señor es mi pastor». No es sólo creador, soberano, poderoso… sino «mi pastor». Es mío y yo soy suyo. Es una relación íntima y profunda de pertenencia. Yo le pertenezco. Él me pertenece, no como alguien inferior a mí, sino como un plebeyo dice de su rey: mío.

El Pastor Que Da Su Vida Por Las Ovejas

Las ovejas no son grandes sobrevivientes. No tiene garras, colmillos o espinas para defenderse. No cuentan con gran visión u olfato. Pero están seguras si cuentan con un pastor. Con alguien que provea, guíe y defienda. ¡Qué buena noticia! En este mundo tengo un pastor que hace todo esto por mí y no cualquiera, sino el Señor mismo es mi pastor.

Por último, si Él es mi pastor nada me falta hoy ni me faltará mañana. Pero aún podemos decir más, otra posible traducción del hebreo es «no me falta». Más allá de que no me falte lo que provee, Él mismo no me falta. Aún en los momentos más difíciles, Él no me falta.

El día más terrible de la vida de cualquier pecador es el momento en que se encuentra frente a la presencia del Dios que es tres veces Santo. Para muchos ese día se encuentra adelante, pero para el cristiano ese día temible fue tomado por el Buen Pastor en la cruz. Él no faltó el día más oscuro de sus ovejas. Él tomó sobre Él mismo la justa ira de Dios y la absorbió dando su vida por sus ovejas. ¡Él no faltó! ¡Él no falta! ¡Él no faltará!

Que el Señor sea mi pastor es la base de mi esperanza.