Estimados hermanos y amigos, les comento que comenzaré a subir publicaciones con extractos del libro, les recuerdo pueden ver las bases del concurso en http://bit.ly/EsclavosdeCristo-Te-Regala-un-Libro , Espero que puedan compartir con sus amigos estos extractos ya que serán de mucha bendición.

Los Ánimos para Cultivar la Santidad

El cultivo de la santidad exige mucho. Thomas Watson lo llamó un “trabajo sudoroso”. Felizmente, Dios nos provee de varias motivaciones a la santidad en Su Palabra. Para alentarnos en perseguir la santidad, necesitamos enfocar nuestra mirada a las siguientes verdades bíblicas:

1. Dios le ha llamado a la santidad por su bien y para Su gloria. “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.” (1 Tes. 4:7) Cualquier cosa a la que Dios nos llame es necesaria y esencial. Su mismo llamado, así como también los beneficios que recibimos por la vida piadosa como descritos abajo, nos deberían conducir a la búsqueda y a la práctica de la santidad.

La santidad aumenta nuestro bienestar espiritual. Dios nos asegura que “no quitará el bien a los que andan en integridad” (Sal. 84:11). “Como la salud para el corazón,” John Flavel notaba, “es la santidad para el alma”.40 En la obra escasa de Richard Baxter sobre la santidad, el mismo título del capítulo es ilustrativo: “La santidad es el único camino a la seguridad. La santidad es el único camino honesto. La santidad es el camino de más ganancia. La santidad es el camino más honorable. La santidad es el camino más agradable.”41

Pero sobre todo, la santidad glorifica al Dios que usted ama (Isa. 43:21). Como Thomas Brooks afirmó: “La santidad le hace la más honra a Dios.”42

2. La santidad le hace a usted parecerse a Dios y conserva su integridad. Watson escribió: “Debemos esforzarnos en ser como Dios en santidad. Es por el cristal limpio que podemos ver una cara; es por el corazón santo que algo de Dios puede verse.”43 Cristo sirve aquí como patrón de santidad para nosotros – un patrón de humildad santa (Fil. 2:5–13), compasión santa (Marcos 1:41), perdón santo (Col. 3:13), abnegación santa (Rom 15:3), indignación santa en contra del pecado (Mat. 23), y oración santa (Heb. 5:7). La santidad cultivada, parecida a la de Dios y modelada en base a Cristo, nos salva de mucha hipocresía y de demonstrar a un cristianismo “dominguero”. Proporciona vitalidad, propósito, significado, y dirección para la vida diaria.

3. La santidad da evidencia de su justificación y de su elección, y fomenta la seguridad. La santificación es el fruto inevitable de la justificación (1 Cor. 6:11). Los dos pueden diferenciarse, pero nunca pueden separarse; Dios mismo los ha casado. La justificación está conectada orgánicamente con la santificación, pues el nuevo nacimiento infaliblemente resulta en vida nueva. Los justificados caminarán en “el Camino Real de santidad”.44 En y a través de Cristo, la justificación le da al hijo de Dios el título para el cielo y el valor para entrar; la santificación le da la digninad del cielo y la preparación necesaria para disfrutarlo. La santificación es la apropiación personal del fruto de la justificación. B. B. Warfield nota: “La santificación es sólo la ejecución del decreto justificante. Para que eso falle significaría que el exculpado fuese puesto en libertad no de conformidad con su absolución.”45 Consecuentemente, el decreto justificante de Cristo en Juan 8, “Ni yo te condeno,” se sigue inmediatamente por el llamado a la santidad, “Vete, y no peques más.” (v. 11).

La elección es también inseparable de la santidad: “Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.” (2 Tes. 2:13) La santificación es la señal de la oveja escogida de Cristo. Por esto la elección es siempre una doctrina reconfortante para el creyente, pues es el fundamento seguro que explica la gracia de Dios obrando dentro de él. No es de extrañarse que nuestros antepasados Reformados valoraran la elección como una de los máximos consuelos del creyente.46

Calvino insistió en que la elección no debería desalentar a nadie, pues el creyente recibe consuelo de ella y el incrédulo ha recibido el llamado a considerarla – más bien, él es llamado al arrepentimiento. Quienquiera que se desaliente por la elección o dependa de ella sin vivir una vida piadosa, es caer víctima del mal uso satánico de esta doctrina preciosa y alentadora (cf. Deut. 29:29). Como Ryle afirma: “No nos es dado en este mundo estudiar las páginas del libro de la vida, y ver si nuestros nombres están allí. Pero si hay una cosa claramente y explícitamente establecida acerca de la elección, y es esto: que los hombres y mujeres elegidos pueden ser conocidos y distinguidos mediante vidas piadosas.”47 La santidad es el lado visible de su salvación. “Por sus frutos los conoceréis.” (Mat. 7:16)

Por consiguiente, la santidad fomenta la seguridad (1 Juan 2:3; 3:19). “Cada uno de nosotros seremos asegurados en nuestra fe por los frutos.” (Catecismo de Heidelberg, Pregunta 86) Los teólogos reformados están de acuerdo en que la mayoría de las formas y medidas de seguridad experimentadas por creyentes verdaderos – especialmente la seguridad diaria – son realizadas gradualmente en el camino de la santificación a través del cultivo cuidadoso de la Palabra de Dios, los medios de gracia, y la obediencia correspondiente.48 Un odio creciente hacia el pecado por medio de la mortificación, y un amor creciente para obedecerle a Dios por medio de la vivificación, acompañan el progreso de fe creciente en seguridad. La santidad fijada en Cristo y obrada por el Espíritu, es la mejor y más sana evidencia de la adopción santa (Rom. 8:1–16).

La forma de perder el sentido diario de seguridad es olvidarse del perseguir diario de la santidad. Muchos creyentes viven demasiado descuidados. Tratan el pecado ligeramente o descuidan de los devocionales diarios y el estudio de la Palabra. Otros viven demasiado inactivos. No cultivan la santidad, pero asumen la postura de que nada se puede hacer para fomentar la santificación, como si la santidad fuera algo externo a nosotros excepto algunas veces cuando “ocurre” algo muy especial dentro de ellos. Vivir descuidadamente o inactivamente es buscar diariamente la oscuridad espiritual, la debilidad, y la inutilidad.

4. Como creyente, solamente la santidad le puede purificar. Por el contrario, “para los corrompidos e incrédulos nada les es puro” (Tito 1:15). La santidad no se puede realizar donde el corazón no ha sido fundamentalmente transformado a través de la regeneración divina. A través del nuevo nacimiento, Satanás es destronado, la ley de Dios está escrita en el corazón del creyente, Cristo es coronado Rey y Señor, y el creyente hecho “pronto y dispuesto para vivir en adelante según su santa voluntad”. (Catecismo de Heidelberg, Pregunta 1) Cristo en nosotros (Christus in nobis) es un complemento esencial de Cristo por nosotros (nobis pro Christus).49 El Espíritu de Dios no sólo le enseña el creyente la persona y obra de Cristo, sino que hace realidad la santidad y la obra de Cristo en su vida personal. A través de Cristo, Dios santifica a Su hijo y hace aceptable sus oraciones y acciones de gracias. Como Thomas Watson dijo: “Un corazón santo es el altar que santifica la ofrenda [de una vida]; Si no para perfección, para la aceptación”.50

5. La santidad es esencial para su servicio eficaz para Dios. Pablo combina la santificación y el servicio eficaz: “Si alguno se limpia de estas cosas será instrumento para honra, santificado, útil al Señor y dispuesto para toda buena obra.” (2 Tim. 2:21) Dios ocupa de la santidad para dar poder a la predicación del evangelio y acreditar la fe cristiana, la cual es deshonrada por la falta de cuidado de los cristianos e hipócritas que a menudo sirven como mejores aliados de Satanás.51 Nuestras vidas siempre benefician o dañan a otros; son una epístola leída por todos (2 Cor. 3:2). La vida piadosa predica la realidad de la fe. Influencia y convence a otros como ninguna otra cosa; ningún argumento le puede igualar. Muestra la belleza de la religión; da credibilidad para testificar y para el evangelismo (Fil. 2:15).52 “La santidad,” escribe Hugh Morgan, “es la forma más efectiva de influenciar a personas inconversas y crear dentro de ellas una voluntad para escuchar la predicación del evangelio” (Mat. 5:16; 1 Ped. 3:1–2).53

La santidad se manifiesta en la humildad y la reverencia hacia Dios. Tales son aquellos a quienes Dios mira y utiliza (Isa. 66:2). Como Andrew Murray dice:

La gran prueba de que si la santidad que profesamos buscar y alcanzar es verdadera y viva, será manifiesta en la humildad creciente que produzca. En la criatura, la humildad es el elemento esencial para que la santidad de Dios more en él y resplandezca a través de él. En Jesús, el Santo de Dios quien nos santifica, una humildad divina fue la clave de su vida, su muerte y su exaltación. La prueba infalible de nuestra santidad será la humildad ante Dios y los hombres que nos caracteriza. La humildad es la flor y la belleza de la santidad.54

Reseña del Libro

La espiritualidad puritana y reformada por Joel Beeke

Este libro es una historia práctica de la doctrina y práctica de los Puritanos, contada en el contexto de sus vidas individuales. Es un ensayo vívido, haciendo real las vidas de los Puritanos para la iglesia de hoy, y cuales son las lecciones prácticas de su instrucción doctrinal y de sus vidas en un período de la iglesia evangélica más iluminado espiritualmente y más sano doctrinalmente. Estos grandes hombres siguen viviendo hoy en las confesiones de fe, en los pactos de la iglesia, en la sana doctrina y práctica de los herederos de hoy. Este texto es teología aplicada en forma más útil, ilustrada en las vidas de los gigantes espirituales de la iglesia. Es un texto de historia, teología sistemática y práctica, biografía, y apologética todo en uno: un ejemplo de las vidas de los Puritanos en el contexto de la historia, doctrina y práctica de la iglesia.

Publicación realizada con previa autorización de Publicaciones Faro de Gracia