Cómo predicar el evangelio de la Gracia según nuestros propios esfuerzos y méritos.
Suena bastante contradictorio ¿verdad?, sin embargo es lo que tristemente se manifiesta en nuestras vidas cuando intentamos predicar el evangelio de Cristo sin el poder y la unción del Espíritu Santo. Ensuciamos la hermosa predicación del evangelio de Cristo cuando anunciamos el evangelio del arrepentimiento sin pasar tiempo en profundo estudio de la Palabra y en oración. La predicación de la Gracia de los Méritos de Cristo se deforma cuando la llenamos de nuestros méritos al anunciar desde nuestros púlpitos o en nuestro trabajo un evangelio lleno de excelencia de palabras o sabiduría y sin demostración del Espíritu y de poder.
No quiero que me mal entiendas, no estoy hablando de “buscar la {falsa} presencia de dios” tal como lo anuncian los pastores neo-pentecostales o carismáticos que aparecen en su mayoría en Enlace (o TBN, en su versión norteamericana), ni mucho menos los conceptos errados de Charles Finney. No, no me refiero a eso. Ese falso concepto de “buscar a Dios” se centra en buscar el bienestar de la vida del hombre o de sus ministerios solamente. El cristiano que busca a Dios en oración y estudio de la Palabra no lo hace para un mero beneficio personal, sino para la Gloria de Dios.
Ensuciamos la predicación de la Sublime Gracia cuando tenemos una ortodoxia fría y muerta; bien lo dijo el Dr. Martyn Lloyd-Jones: “el hecho de que lo mismo ocurra con los reformados, no solo me sorprende, sino que lo encuentro trágico […] ¿Cómo es posible que los hombres de tradición reformada hayan perdido aparentemente el interés por el tema del avivamiento? Ya te he dado una razón para ello: el peligro de abrazar un enfoque meramente teórico e intelectual. Existe tal cosa como la ortodoxia muerta, así que es posible tener una iglesia completamente ortodoxa, y al mismo tiempo, completamente inútil. Por encima de todo {en la iglesia primitiva} estaba aquella demostración – aquella unción -, aquella autoridad, aquel derramamiento del espíritu de Dios…He ahí la única explicación de las cosas sorprendentes que ocurrían” (Lloyd Jones, M. Los puritanos. 2013).
Los verdaderos reformados del pasado eran hombres llenos del poder de Dios. ¿Acaso creemos que Calvino o Knox se enfrentaban a las tiranías de su época con una mera lógica bíblica o era una lógica con fuego? ¿Acaso no percibimos que cuando leemos laInstitución de Calvino, esta fue escrita con un baño de oración y súplicas por la conversión y santificación tanto de él como de las iglesias reformadas?
¿No era acaso Esteban un varón de buen testimonio, lleno de fe y lleno del Espíritu Santo? ¡Por supuesto que sí! Si perseveraba en la doctrina de los apóstoles, en la comunión con los hermanos, en el partimiento del pan y oraciones, claramente el poder de Dios (por pura Gracia) iba a estar sobre su vida. ¿Acaso su rostro no parecía el rostro de un ángel al buscar de rodillas la Presencia de la Gloria de Dios?
Este es nuestro error, que cuando fallamos y vamos pidiendo misericordia a Dios por nuestros pecados lo hacemos solamente para calmar nuestra conciencia culpable, pero ¿Cuántos de nosotros oramos a Dios diciendo “no quites de mi tu Santo Espíritu”? (Salmo 51).
Amigos, la realidad de ser llenos del Espíritu Santo no pertenece a las sectas “carismáticas”, sino que es una realidad que pertenece a todo aquel que ama al Dios de las Escrituras. Buscamos el poder de Dios para vivir un evangelio que no podemos vivir con nuestras propias fuerzas (por ende, si predicamos un evangelio sin el poder del Espíritu Santo, estamos haciendo las cosas con nuestras fuerzas), Buscamos la llenura del Espíritu Santo para vivir en la Gracia de Dios y no en nuestras propias capacidades. Buscamos la llenura del Espíritu Santo para vivir de acuerdo a la posición que tenemos en Cristo, es decir, de santos. Porque somos salvos y santos en Cristo, buscamos ser santificados para ser como Cristo. Buscamos ser llenos del Espíritu Santo para glorificar correctamente a Cristo.