El mundo de hoy defiende muchas cosas. La gran mayoría de ellas no eran defendidas anteriormente y es probable que con el paso del tiempo las defendidas se dejen de defender o se incorporen otras.

El inclusivismo excesivo de la sociedad obliga a cada ser humano a verse inserto en una destructiva confusión valórica de la vida, las relaciones, el sexo, el amor, el asesinato y Dios.

Incluso la mejor amiga y argumento del mundo, la Ciencia, encarna estas contradicciones en sí misma; ajustándose de un mes a otro, negando descubrimientos, afirmando otros, descabellándose cada vez más, “evolucionando” cada día a gran escala.

La lucha del cristiano en este contexto no es sencilla. Es más, él en ocasiones es tan fluctuante e inestable como el mundo mismo, sin embargo, su actuar descansa y se afirma en Aquél que se diferencia de todo y de todos, en el Único que no cambia, en el Único que se mantiene desde siempre y para siempre: Dios. Es necesario que todos sepamos que entre tanta mutabilidad, nuestro Dios es inmutable.

¿Qué significa esto?

Wayne Grudem define la Inmutabilidad de Dios señalando que “Dios es inmutable en su ser, perfecciones, propósitos y promesas, sin embargo, Dios actúa y siente emociones, y actúa y siente diferente en respuesta a circunstancias diferentes”.

La Escritura, en el Salmo 102:25-27 se refiere a la realidad de un mundo y universo fluctuante en contraste con la permanencia de Dios. El salmista señala:

Desde la antigüedad tú fundaste la tierra,
y los cielos son la obra de tus manos.
Ellos perecerán, pero tú permaneces;
y todos ellos como una vestidura se desgastarán,
como vestido los mudarás, y serán cambiados.
Pero tú eres el mismo,
y tus años no tendrán fin.

Dios hace que el cambio ocurra en el universo, Él era antes de que todo fuese y será eternamente hasta que lo que era ya no exista, es decir, en medio del cambio pasado, presente y futuro, Él no cambia.

Dios, en Malaquías 3:6 habla de Sí mismo afirmando – y con ello no podemos dudar – que sus cualidades de paciencia, generosidad, amor y misericordia no cambian: “Porque yo, el Señor, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” Se concluye entonces que Dios es incambiable en cuanto a su ser y en lo que guarda relación con sus atributos o aspectos de su carácter.

La inmutabilidad de Dios se hace manifiesta también en Sus propósitos, estos son inalterables, como dice el salmista en el Salmo 33:11:“El consejo del Señor permanece para siempre, los designios de su corazón de generación en generación.” En otras palabras, cada vez que Dios determina su actuar sobre algo, sus planes no mutan y eso se cumple de manera ineludible.

Pero, ¿cómo en la Biblia yo leí en una ocasión que Dios…

Es probable que esta sea la pregunta que haya asaltado tu mente. Y sí, en parte tiene razón. Es probable que te hayas encontrado con momentos en Las Escrituras cuando Dios parece cambiar de parecer, ya sea diciendo que juzgará a su pueblo y luego cediendo a causa de la oración o el arrepentimiento del pueblo mismo.

El caso anterior ocurrió por medio de una exitosa intervención de Moisés con el fin de evitar la destrucción de Israel (Éxodo 32:9-14). Pero también se puede mencionar lo sucedido con la ciudad de Nínive, que tras arrepentiste de su acciones constantes y su forma de vivir, Dios remueve el castigo de destrucción (Jonás 3:4,10).

Tal como menciona Grudem, estos ejemplos “se deberían entender como verdaderas expresiones de la actitud presente de Dios o su intención con respecto a la situación según existe al momento”. En palabras sencillas, Dios responde de diferente forma a diferentes situaciones. Tomando nuevamente el ejemplo de Jonás: es innegable que Dios ve la maldad de la sociedad y a causa de eso envía a su profeta a proclamar la destrucción dentro de 40 días (Jonás 3:4). Se debe entender que implícitamente en esta sentencia se encuentra una verdad aún más grande.

El hecho de que Dios fuera a remover la sentencia si el pueblo se arrepentía no se nos menciona explícitamente en ningún momento del relato, sin embargo lo sucedido con Nínive nos demuestra que la invitación y la causa de tal sentencia divina es un llamado a dejar el mal camino que llevaban. Es justo lo que señala el relato en Jonás 3:10: “Y vio Dios sus acciones, que se habían apartado de su mal camino; entonces se arrepintió Dios del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.

Al momento en que el pueblo se arrepiente, su realidad y su relación con Dios es distinta por absoluta misericordia divina. La situación es diferente y Dios respondió de diferente forma a esa situación cambiada. No se ve ni se presenta a un Dios sujeto a las acciones de los seres humanos, sino a Dios en Su absoluta Soberanía y misericordia que trasforma las actitudes y la vida de los hombres de forma sobrenatural. Su ser y sus propósitos, permanecen absolutamente inmutables.

El príncipe de los predicadores, Charles H. Spurgeon de manera tronante afirma: “Pero Dios es perpetuamente el mismo. No está hecho de ninguna sustancia o materia, sino que es puro espíritu, un espíritu esencial y etéreo y, por tanto, Él es inmutable. Él permanece por siempre el mismo. No hay arrugas en Su frente eterna. La edad no lo ha debilitado ni los años lo han marcado. Él ve que pasan las edades, pero en lo que a Él concierne, es siempre ahora. Él es el gran Yo Soy, el Gran Inmutable”.

Tú y cada cristiano debe descansar de forma plena en esta maravillosa verdad.


Wayne Grudem, Doctrina Bíblica: Enseñanzas esenciales de la fe cristiana (Miami, FL: Editorial Vida, 2005), 73

Fotografía de David Marcus