La cognoscibilidad es la capacidad de ser conocido, y para poder conocer a Dios debemos primero saber si existe esa posibilidad. Es imposible conocer a una persona íntimamente sin que esa persona quiera darse a conocer. Dios es eterno e infinito y nosotros somos seres mortales y finitos, esto ya nos demuestra nuestra incapacidad de conocer a Dios en toda su extensión y profundidad.

Puedo llevar 30 u 80 años de vida, pero jamás podré entender plenamente a Dios. Dios es tan alto que no lo puedo comprender (Sal. 139.6), la suma de sus pensamientos son literalmente incalculables (Sal 139.17). Si alguien, en su sano juicio, pudiera contar la arena del mar y dar un número exacto esto ni siquiera se asemejaría a la grandeza de Dios.
Hoy los hombres investigan el espacio buscando nueva vida, pero aún no conocen ni las profundidades del Océano. Por donde quiera que el hombre busque, encontrará un conocimiento infinito que revela a Dios creador (Sal. 145.3; 147.5).

El apóstol Pablo mientras escribía la carta a los romanos y hablaba profundamente del Evangelio de Dios, de la Justicia de Dios, de la encarnación de Dios en su Hijo, de la Fidelidad de Dios, de la Gloria futura, de la elección soberana de Dios, irrumpe y exclama: ¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pablo continua haciendo preguntas ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?h 35¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?i Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. [1]

Como Wayne Grudem escribe: “No solamente es verdad que nunca podremos entender completamente a Dios, sino que también es verdad que nunca podremos entender plenamente nada referente a Dios. Su grandeza (Sal. 145:3), su entendimiento (Sal 147:5), su conocimiento (Sal. 139:6), sus riquezas, sabiduría, juicios y caminos (Ro. 11:33) están más allá de nuestra capacidad de entenderlos plenamente”.[2]

Aunque con todas nuestras capacidades mentales y la ayuda del Espíritu de Dios intentemos investigar cada uno de sus atributos; jamás podríamos llegar a una profundidad exhaustiva de cada uno de ellos.

La incompresibilidad de Dios nos muestra que, aunque no podamos entender a Dios exhaustivamente, sí podemos conocer a Dios, este conocimiento no debe por ningún motivo ser de tipo meramente intelectual sino íntimo.

Dios se ha revelado a nosotros por su Palabra, la Biblia, La Escritura, y es ahí donde podemos conocerlo. Dios Padre reveló a su Hijo Jesús y lo envió a este mundo para morir por su pueblo (Mt. 1.21, Hch. 20.28).

Jesucristo es la puerta de entrada para el verdadero conocimiento de Dios ya que Él es la revelación misma de Dios (Jn. 1.14; 14.9).

Concluimos respondiendo que sí, podemos conocer a Dios y esa es la vida eterna, debería ser nuestra única cosa en la que deberíamos gloriarnos. Dios en su gracia nos permitió conocerle. Ahora que entendemos que sí es posible conocer a Dios nos debemos preguntar ¿le conozco realmente? ¿Conozco a Dios íntima y personalmente o solo le conozco intelectualmente?

Así dice el Señor: «Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada afirma el Señor» (Jer. 9:23–24)

«Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado» (Jn. 17:3)

La serie que estamos comenzando en esclavos de Cristo es para responder estas preguntas y ayudarnos a conocer más a nuestro Grandísimo y Excelentísimo Dios.


h h 11.34: Is. 40.13.
i i 11.35: Job 41.11.
[1] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Ro 11.34–36.
[2] Wayne Grudem, Doctrina Bíblica: Enseñanzas esenciales de la fe cristiana (Miami, FL: Editorial Vida, 2005), 69.