En medio de un país de ignorancia y superstición con una iglesia llena de corrupción y opulencia, Dios levantó a un hombre con un corazón pastoral bajo la autoridad de la Biblia: el pre-reformador Juan Wyclif.

En la mayor parte de Latinoamérica y España los evangélicos representamos una minoría. El conocimiento real de las escrituras es casi nulo y la iglesia mayoritaria no es fiel representante de Cristo. Hoy me encuentro plantando una iglesia reformada en una ciudad donde el 96% de los ciudadanos desconocen el Evangelio de gracia en Cristo. ¿Qué hacer en una situación así? Wyclif nos recuerda algo básico que el salmista expresó de la siguiente manera: “Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza”.

De Juan Wyclif se pueden decir muchas cosas: nació en Yorkshire al norte de Inglaterra en 1324, estudió teología en Oxford, fue parte de la Corte Inglesa, fue influenciado por la obra del arzobispo de Canterbury donde entró a la línea con Agustín y Pablo y acusado de «hereje» por el papa de su tiempo. Por todas estas se le reconoce como un pre-reformador, pero hoy quiero recordar una cosa: Wyclif fue un pastor de la Palabra.

J. C. Ryle escribió de la Inglaterra del tiempo de Wyclif:

«No es una exageración decir que los últimos tres siglos previos a la Reforma, el cristianismo en Inglaterra parecía haber sido enterrado bajo una nube de ignorancia, superstición, clericalismo e inmoralidad. El parecido entre la religión de ese momento y el de la época apostólica era tan poco, que si San Pablo se hubiera levantado de entre los muertos difícilmente lo llamaría cristianismo».

Fue en este mundo en el que Juan Wyclif fue un pastor bajo la autoridad de Dios por tres cosas: (1) él creía en la supremacía y suficiencia de la Palabra, (2) esto lo llevó a traducir la Biblia al lenguaje común de su nación y (3) se dedicó junto con sus seguidores a predicar al pueblo la verdad del Evangelio.

Como cada hombre de la historia de la Iglesia que ha sido usado por Dios, Wyclif era un hombre de Biblia. Él afirmaba la suficiencia y supremacía de las Escrituras, cosa revolucionaria en un mundo donde los mismos clérigos la ignoraban. En ella encontraba la regla para su fe y conducta.

Bajo esta premisa Juan Wyclif y sus discípulos, a diferencia de los sacerdotes de su tiempo, se dedicaron a la enseñanza y predicación de la Biblia para letrados y no letrados. En sus enseñanzas declaraban los errores de la Iglesia Católico Romana tales como el concepto de la transustanciación de la Cena del Señor, la inmoralidad de los sacerdotes y la fe inservible de otros mediadores fuera de Cristo.

Sus discípulos eran enviados por toda la nación inglesa predicando la Escritura. Eran conocidos como los «sacerdotes pobres» debido al contraste en su estilo de vida en comparación con el de los clérigos romanos. Ellos enseñaban la Biblia al pueblo, en el idioma del pueblo y a la vida del pueblo; retomando así la noble labor de la predicación pastoral.

Debido a todo esto, Wyclif ha sido llamado la estrella de la mañana en la Reforma Protestante. Dios levantó a un hombre con un corazón pastoral bajo la autoridad de la Escritura y de esta forma comenzar el movimiento que Martín Lutero detonaría 100 años después. Hoy lo recordamos no por el hombre en sí, sino por el Dios detrás de este pastor de la Palabra.

¿Cuáles son las similitudes del tiempo de Wyclif y el nuestro? ¿Cómo podríamos rescatar la actitud de Wyclif en nuestras vidas? ¿Cómo podemos orar para que Dios levante más pastores de la Palabra?


Ryle, J. C. John Wycliffe and his work. Titus Books: 2013. 12p

Encargado de la edición Germán Estobar