¿Murió Cristo por ti? ¿Te lo han preguntado? ¿Te lo has preguntado? Si contestaste no, te invito a que por un momento pienses por qué nunca te habías cuestionado sobre esto. Varias respuestas se esgrimen, sin embargo, una de las más interesantes es la de aquellos que dan por sentado el sacrificio de Jesús en su favor, basándose en el hecho de que Él murió por ti, por mí y por todos en general. Así, este artículo busca dar luces sobre la doctrina de la expiación y su alcance, es decir, contestar a la pregunta crucial: ¿por qué y por quiénes, en realidad, dio su vida el Señor Jesús?
¿Qué es la expiación?
Parte de los términos utilizados para describir las doctrinas más importantes de la Biblia son poco usuales y más bien técnicos. Tal es el caso de la expiación, una palabra poco frecuente, de esas que provocan una mirada de extrañeza cuando alguien más la escucha en una conversación ajena. No obstante, tras esa fachada de rareza está una de las enseñanzas cruciales de la Escritura, al punto que Lutero declaró que el cristianismo era una teología de la Cruz.
La idea detrás de la noción de expiar es la de cubrir o borrar[1], pero también reparar o corregir lo que está mal[2]. En términos teológicos, la expiación es el sacrificio que Jesucristo llevó a cabo con el fin de eliminar la culpa y el castigo que pesaba sobre nosotros, de forma que la justicia de Dios fuese satisfecha. Así, la muerte de Cristo es una obra tanto de satisfacción como de sustitución. Para dar mayor claridad acerca de este punto, permítanme usar un significado más amplio de la expiación: El pago completo de una deuda por parte de un tercero hacia el acreedor. En nuestro caso, el pago correspondiente a nuestra transgresión es la muerte y condenación (Romanos 6:23; Apocalipsis 21:8), por lo que el único escape a esta consecuencia del pecado es por medio del sacrificio perfecto de un tercero (Jesucristo), quien nos remplaza (1 Pedro 3:18) en el pago de nuestra deuda (Isaías 53:6) y así satisface las demandas de justicia (Romanos 3:24-26) del acreedor (Dios). De esta manera, nos libra de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:10).
¿Universal o particular?
Teniendo en mente la naturaleza de la expiación, la pregunta consecuente es: ¿Cristo se entregó por toda la humanidad o solo por algunos? A este cuestionamiento se ha dado respuesta desde dos orillas opuestas.
De un lado, la visión arminiana afirma que Jesucristo dio su vida por todos y cada uno de los seres humanos, permitiendo de esta forma que la salvación fuese un fin alcanzable por todos; esto es, somos salvos en potencia. En oposición a esta perspectiva, el enfoque calvinista sustenta que Cristo murió eficazmente por un número determinado de personas, otorgándoles soberana e incondicionalmente la salvación y dando así cumplimiento a la justicia de Dios. Esta última perspectiva es comúnmente conocida como expiación limitada o redención particular.
¿Qué limita?
Cuando decimos que la expiación posee un carácter limitante nos referimos estrictamente a su alcance numérico, es decir, se restringe la cifra de beneficiarios de la obra expiatoria de Cristo a un grupo específico de personas. ¿Quiénes? Los elegidos. La Escritura nos detalla esta doctrina en múltiples pasajes, siendo uno de los más representativos el de Juan 10:11-15[3], en el cual el Señor Jesús se nos presenta como el buen pastor y nos compara con un rebaño de ovejas. En el verso 11 dice que Él “da su vida por sus ovejas”, y en el v. 15 apunta nuevamente que “pone su vida por sus ovejas”. Algunos fragmentos que apoyan esta enseñanza[4] son Juan 11:50-52, Romanos 8:30-34 y Hechos 20:28. Un último texto cuyo significado tiene un valor especial es Mateo 1:21. En esta porción bíblica se relata el sueño que tuvo José y durante el cual un ángel le proclama que María “dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
¿Por qué es importante la expiación limitada?
Ahora bien, el intenso debate que se libra alrededor de la redención determinada no ha de nublar nuestro entendimiento sobre el significado e importancia de esta para nosotros. La enseñanza expuesta aquí exalta la eficacia, justicia y poder de Dios. La eficacia, por cuanto declara que el sacrificio de Jesucristo no es una obra de redención potencial, sino que salva efectivamente. La justicia, puesto que los partidarios de la expiación universal niegan la justicia divina al suponer que quienes rechacen a Jesús serán condenados, aun cuando, supuestamente, ya Cristo murió por ellos. El poder, ya que proclama la capacidad soberana de Dios para expiar y salvar a los suyos sin depender de la cooperación humana. En otras palabras, la expiación limitada ha de ser un recordatorio permanente sobre la naturaleza del Dios en que creemos y confiamos, un Dios cuya supremacía y potestad es absoluta. Además, no debemos olvidar que la redención particular es la única que exalta el poder y la gloria de Dios. Cualquier otra visión sobre este tema denigra de nuestro Señor y por el contrario enaltece al ser humano.
No debemos olvidar que estando en una época dominada por el evangelio del hombre, doctrinas como la depravación total, elección incondicional y la expiación limitada no tienen espacio, ya que enuncian que no tenemos en nuestro poder alcanzar la salvación. Es por esto que nuestro compromiso con el estudio[5] y difusión del mismo Evangelio que los reformadores creyeron y proclamaron hace cinco siglos ha de ser firme y digno de alguien por quien fue derramada tan preciosa sangre.
[1] Significado tomado de Grudem, W. (2005). Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica. Capítulo 15: La Expiación, p. 248. Editorial Vida.
[2] Significado tomado de Sproul, R. (1996). Las grandes doctrinas de la Biblia: Capítulo 7: La Salvación, p. 199. Miami: Editorial Unilit.
[3] Se recomienda leer esta porción bíblica en paralelo con la de Juan 10:24-29.
[4] Otros pasajes que contienen la idea de la expiación limitada son Hebreos 9:28; Juan 15:13; Marcos 10:45; Hebreos 2:10-13; Efesios 5:25 y Juan 17:6-10.
[5] Como recurso adicional para profundizar en la doctrina de la expiación limitada, se aconseja la lectura de The Death of Death in the Death of Christ: A Treatise in Which the Whole Controversy about Universal Redemption is Fully Discussed, libro escrito por John Owen en 1643. Existe una versión resumida en español de libre acceso, titulada Vida por Su Muerte.