“Y después de algunos días, Pablo dijo á Bernabé: Volvamos á visitar á los hermanos por todas las ciudades en las cuales hemos anunciado la palabra del Señor, cómo están.” (Hechos 15:36)
Después de su primer viaje misionero el apóstol Pablo sugirió a Bernabé, que volvieran a visitar las iglesias que habían establecido para ver como estaban. Estaba ansioso para saber si estaban creciendo espiritualmente. Entonces dijo: “Volvamos a visitar a nuestros hermanos para ver cómo están”. Hay algo que todos podemos aprender de esto: necesitamos examinarnos a nosotros mismos para saber cómo está nuestra relación con Dios.
Vivimos en una época de grandes privilegios espirituales. El evangelio ha sido predicado casi en todo el mundo. La Biblia está disponible en más idiomas que en cualquier otro tiempo en el pasado. En muchas partes del mundo las iglesias han crecido rápidamente. Pero debemos preguntarnos a nosotros mismos ¿Cómo nos ha beneficiado todo esto?
Vivimos en una época de muchos peligros espirituales. Nunca antes tantas personas han profesado ser cristianos. Pero, ¿Son todos estos profesantes personas realmente convertidas? A muchos les gusta asistir a las campañas evangelísticas en donde parece que están sucediendo muchas cosas emocionantes. Pero el emocionalismo es una cosa muy diferente al crecimiento espiritual, y es de mucha importancia que frecuentemente hagamos un alto y nos preguntemos a nosotros mismos en dónde estamos espiritualmente.
Déjeme hacerle diez preguntas que le ayudarán a descubrir la verdad acerca de su condición espiritual. Le hago estas preguntas solamente para su propio beneficio. Si al principio algunas le parecen como muy bruscas, recuerde que la persona que le dice la verdad, éste es en realidad su verdadero amigo.
1. ¿Ha pensado seriamente acerca de su condición espiritual?
Tristemente, hay muchos que nunca piensan acerca de su salvación. Nunca se detienen para pensar seriamente acerca de la muerte y el juicio, acerca de la eternidad, acerca del cielo y el infierno. Están demasiado ocupados con sus negocios, sus placeres, sus familias, las cosas de la política o el dinero. Ellos viven como si nunca fueran a morir y comparecer ante el tribunal de Dios. Tales personas están viviendo en realidad al nivel de los animales, porque nunca piensan acerca de las cosas más importantes de la vida. ¿Piensa usted acerca de las cosas más importantes?
2. ¿Qué ha hecho usted acerca de su salvación?
Hay muchas personas que en ocasiones piensan acerca del cristianismo, pero nunca van más allá de meros pensamientos. Quizás cuando están en problemas, cuando ha fallecido algún conocido, quizás cuando conocen a algún creyente sincero o cuando leen un libro cristiano, piensan acerca de su salvación; pero no van más allá de pensarlo. Pero no se separan de servir al pecado y al mundo pecaminoso; no toman su cruz para seguir a Cristo. Recuerde, que no es suficiente simplemente pensar acerca de Dios y la salvación. Usted tiene que hacer algo al respecto o no puede ser salvo.
3. ¿Está usted tratando de acallar su conciencia con una religiosidad externa?
Muchos cometen este error. Su cristianismo consiste enteramente del cumplimiento de deberes externos. Ellos asisten a todos los cultos y participan sin fallar en la cena del Señor. Se aferran tenazmente a las enseñanzas particulares de su Iglesia y discuten con cualquiera que no está de acuerdo con ellas. Pero a pesar de esto, no tienen una devoción a Cristo en sus corazones. Su religión no les da satisfacción porque no conocen nada del gozo y la paz interiores. Quizás, en lo secreto de sus corazones saben que algo está mal, pero no saben qué es. Yo le ruego a usted entonces, que se examine a sí mismo. Si se preocupa por su salvación, no se contente con una mera observancia externa de algunos deberes. Usted necesita mucho más que eso para ser salvo.
4. ¿Han sido perdonados sus pecados?
Usted sabe en su corazón que es un pecador, que se ha quedado corto de las normas divinas, en pensamiento, en palabra y en hechos. Por lo tanto, usted sabe que si en el día del juicio sus pecados no han sido perdonados, entonces usted tendrá que ser condenado para siempre. La gloria de la fe cristiana es que provee precisamente el perdón que usted necesita; un perdón completo, gratuito y eterno. Este perdón ha sido comprado para nosotros (los creyentes) por nuestro Señor Jesucristo. Cristo realizó este perdón a través de su encarnación, viniendo al mundo para ser nuestro salvador, y por su vida perfecta, su muerte y su resurrección como nuestro sustituto. Pero aunque este perdón es perfectamente gratuito, no nos es dado en forma automática. Uno no puede recibirlo simplemente asistiendo a una Iglesia cristiana, ni siquiera uniéndose a su membresía. Este perdón es algo que cada persona debe abrazar por sí mismo ejercitando la fe en Cristo. Si usted no se ha apropiado la obra de Cristo por la fe, entonces respecto a usted, es como si Cristo no hubiera muerto. La fe es una confianza sincera y humilde en el Señor Jesucristo para salvación. Todos aquellos que personalmente confían en El como Señor y salvador, son aceptados de inmediato y perdonados; pero sin esta confianza no hay ningún perdón en lo absoluto.
Entonces, usted puede ver que no es suficiente simplemente conocer los hechos acerca del Señor Jesucristo. Tal vez usted crea que El es el salvador de los hombres, pero la pregunta es si El es su salvador. ¿Sabe si sus pecados han sido perdonados?
5. ¿Ha experimentado la realidad de una conversión a Dios?
“Y dijo: De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3) “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17) Por naturaleza somos tan débiles, terrenales, mundanos y pecaminosos que sin un cambio completo en lo interior, no podemos servir a Dios en esta vida, y no podremos disfrutar de El en el cielo. Tal como los patitos se acostumbran naturalmente al agua, así nosotros desde que nacemos estamos inclinados al pecado. Si vamos a dejar el pecado y a aprender a amar a Dios, tiene que suceder un gran cambio en nuestras vidas. Si este cambio ya ha sucedido, entonces será manifiesto por sus frutos. ¿Tiene usted una sensibilidad y odio hacia el pecado? ¿Tiene usted fe en Cristo y amor a El? ¿Ama usted la santidad y anhela ser más santo? ¿Encuentra usted en sí mismo un amor creciente por el pueblo de Dios y un disgusto por los caminos del mundo? Estas son las evidencias que siempre siguen a una conversión verdadera hacia Dios. ¿Cuál es su condición?
6. ¿Sabe usted algo de la práctica de la santidad cristiana?
La Biblia deja claro que “sin santidad nadie verá al Señor”. La santidad es el resultado inevitable de la conversión verdadera. Ahora, la santidad no es la perfección absoluta, la libertad completa del pecado. Esto existirá solamente en el cielo. La santidad tampoco es algo que podemos obtener sin un esfuerzo y una lucha constante. Pero aunque la santidad en esta vida es imperfecta, sin embargo es real. La santidad real hará que el hombre cumpla sus deberes en su hogar y en su trabajo, y afectará su forma de vivir en su vida cotidiana y su manera de enfrentar sus problemas. La santidad le hará humilde, bondadoso, dadivoso, considerado con los demás, amable y perdonador. No le conducirá a descuidar los deberes ordinarios de la vida, sino que le capacitará para vivir la vida cristiana, donde quiera que Dios le haya llamado.
7. ¿Conoce usted algo del gozo dado por los medios de gracia?
Por “los medios de gracia” quiero decir cinco cosas: la lectura de la Biblia, la oración secreta, la oración pública de Dios en la Iglesia, la participación en la cena del Señor y la santificación del día del Señor. Estas cosas han sido ordenadas por la gracia de Dios con el fin de traernos a la fe en Cristo y ayudarnos a crecer como creyentes. Nuestra condición espiritual dependerá en gran medida de la manera en que usamos estos medios. Fíjese que digo; la manera en que los usamos, porque no recibimos ningún beneficio automático de sólo cumplirlos. Entonces tengo que preguntarle; ¿Se deleita usted en la lectura de la Palabra de Dios? ¿Derrama usted su corazón a Dios en la oración? ¿Se deleita usted en el día del Señor al dedicarlo a la adoración, la oración y el compañerismo cristiano? Aún si “los medios de gracia” no tuvieran ningún otro propósito, nos servirían como indicadores de nuestra condición espiritual verdadera. Dígame lo que un hombre hace con respecto a estas cosas y le diré si está en el camino hacia el cielo o el infierno.
8. ¿Se está esforzando para hacer algo bueno en este mundo?
Mientras estuvo en la tierra el Señor Jesús “anduvo haciendo bienes” (Hech. 10:38) Desde entonces, los creyentes verdaderos siempre han tratado de seguir su ejemplo. Cuando el Señor Jesús relató la historia del buen samaritano (Luc. 10:25–37), terminó diciendo: “Vé, y haz tú lo mismo”. Siempre existen oportunidades para hacer el bien, la única pregunta es si realmente queremos hacerlo. Aún aquellos que no tienen dinero para dar, pueden hacer bien a los enfermos y a otros que tienen problemas, si están dispuestos a dedicarles tiempo y a mostrarles simpatía y atención. Lea la historia del buen samaritano. ¿Conoce usted algo de este tipo de amor al prójimo? ¿Trata usted de hacer bien a otros aparte de sus amigos, su familia o la Iglesia? ¿Está viviendo usted como un discípulo de Aquel que “anduvo haciendo bienes” y que nos mandó a seguir su “ejemplo”? (Jn. 13:15)
9. ¿Conoce usted algo de una vida de continuo compañerismo con Cristo?
Por “compañerismo” quiero decir el hábito de “permanecer en Cristo”, lo cual nuestro Señor señala como necesario si hemos de llevar fruto como creyentes (Jn. 15:4–8) Debemos entender claramente que tener compañerismo con Cristo es más que el mero hecho de ser un creyente. Todos los que se han arrepentido y venido a Cristo son creyentes, y le pertenecen. Pero hay muchos que nunca van mucho más allá de esta etapa, debido a su ignorancia, su flojera, el temor de los hombres, la influencia del mundo, o algún pecado persistente que no ha sido mortificado. Ellos tienen solamente la poca fe, una esperanza pequeña, un poco de paz y un poco de santidad. Ellos viven toda su vida llevando fruto solamente “a treinta” (Mat. 13:8)
El compañerismo con Cristo es diferente. Es algo experimentado por aquellos que se esfuerzan constantemente para crecer en la gracia: en fe, en conocimiento, y en conformidad a la voluntad de Cristo en todo. Es experimentado por aquellos que “prosiguen al blanco” (Fil. 3:14) El gran secreto del compañerismo es el de siempre vivir por la fe en Cristo, y depender continuamente de El para todos los recursos que necesitamos. El apóstol Pablo pudo decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:28), y “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí”. (Gál. 2:20) Esta clase de compañerismo es perfectamente consistente con una convicción profunda de nuestros pecados y corrupción. No nos libra de la experiencia (el conflicto contra el pecado) descrita en el capítulo siete del libro de Romanos. Pero sí nos capacita para no mirarnos a nosotros mismos sino a Cristo, y a regocijarnos en El.
10. ¿Sabe usted algo de lo que significa estar preparado para la segunda venida de Cristo?
Una de las grandes certidumbres de la Biblia es que Cristo vendrá otra vez a este mundo. Vendrá tanto para castigar a los pecadores, como para perfeccionar la salvación de su pueblo en su reino eterno de justicia. ¿Está usted preparado para su venida? Estar preparado significa simplemente ser un creyente sincero y consistente. No significa abandonar su trabajo cotidiano como algunos piensan, más bien significa cumplir con su trabajo cotidiano como creyente, y siempre estar dispuesto a dejar todo cuando El aparezca. Le pregunto otra vez ¿Está usted preparado?
Conclusión: Déjeme terminar con algunas palabras de aplicación:
1. ¿Está usted dormido y descuidado respecto a las realidades espirituales? ¡Despierte! Usted es como alguien que está en un bote a la deriva, que es arrastrado por la corriente para estrellarse en las rocas. ¡Despiértese e invoque a Dios!
2. ¿Se siente usted como condenado y sin esperanza? Eche a un lado sus temores y escuche a Cristo. El dice: “Venid á mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.” (Mate
Ryle, J. C. (2002). Caminando con Dios: Un tratado sobre las implicaciones prácticas del cristianismo. (O. I. Negrete & T. R. Montgomery, Trads.) (pp. 3–8). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.