Todos hemos experimentado tiempos de dolor, aflicción, tentación y desesperación. Probablemente todo lo mencionado antes de esta última palabra, terminan precisamente en ella. Parece no haber salida, parece no existir libertad, parece no haber escape ni algo en nuestro interior que nos haga menguar la opresión de aquel proceso. Todos lo hemos experimentado. De hecho, nuestro Señor advirtió esta realidad al decir «En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo.» Sin embargo, a pesar de que todos los creyentes tenemos el mismo consuelo frente a estos tiempos – Él ha vencido al mundo-, no todos parecemos consolarnos con aquello. En nuestra débil naturaleza, solicitamos argumentos, exigimos respuestas, haciendo de este modo que la tribulación nos desenfoque y nos haga ir en dirección opuesta a la cruz de Cristo. Quiero que leas lo siguiente, tal vez lo conoces de memoria, pero léelo:
Levantaré mis ojos a los montes;
¿de dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene del Señor,
que hizo los cielos y la tierra. (Salmos 121:1-2, LBLA)
¿de dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene del Señor,
que hizo los cielos y la tierra. (Salmos 121:1-2, LBLA)
Cuando todo se ve abrumador, el cristiano mira al cielo y sabe que no está solo, sabe que en él no hay fortaleza para afrontar lo que vive, pero sí conoce a alguien que controla lo que vive. El rey David nos presenta este consuelo, y su pregunta ha sido muchas veces la nuestra, ¿de donde viene mi socorro? Su respuesta es sublime y alentadora, su socorro viene del Señor.
Si para alguien esto no es suficiente y requiere dimensionar el alcance de este “consuelo”, debe seguir en las palabras del rey. Este guardador, Este socorredor “hizo los cielos y la tierra”, es decir que Aquél que tuvo poder para hacer todo desde la nada, Aquél que creó las estrellas, los cometas, los asteroides, los soles, los satélites, cada radiogalaxia, cada Mancha Alfa Lyman, la Red cósmica y cada componente del universo, cada animal, cada célula de ese animal, cada átomo, cada electrón, protón y neutrón, Aquél arquitecto de los más complejos sistemas que nos rodean, es el mismo que en momentos de gran dolor socorrerá a sus hijos. ¡Solo mira por un instante la magnificencia del universo! ¡Ese, es solo el destello de la magnificencia del Creador de todo aquello! ¿No es acaso el más seguro socorro? ¿No es acaso el más hermoso, seguro, suficiente, eterno y poderoso refugio?
Saber que Dios, quien es todo poder, capaz de crear el cielo y la tierra, es capaz de socorrernos y librarnos de nuestro dolor, consuela el corazón del alma afligida. ¿O su poder está limitado y mi problema es demasiado “grande”? ¿O es que realmente no hay salida para mi caso? ¿O es que Dios nunca ha tratado con algo como esto? El Salmo es maravillosamente drástico; ÉL HIZO LOS CIELOS Y LA TIERRA. Definitivamente tú no tienes poder para salir adelante, definitivamente en ti no hay capacidad de generar una salida, de socorrerte, de ayudarte o de siquiera aliviarte, pero, ÉL hizo los cielos y la tierra. El Todopoderoso es tu guardador, y no solo eso…lee lo que sigue:
No permitirá que tu pie resbale;
no se adormecerá el que te guarda.
He aquí, no se adormecerá ni dormirá
el que guarda a Israel. (vv. 3-4)
no se adormecerá el que te guarda.
He aquí, no se adormecerá ni dormirá
el que guarda a Israel. (vv. 3-4)
No se dormirá parcial ni completamente, no dejará que resbales, Él es tu socorro ¡Él es tu socorro!
¿Quién? Aquél que hizo los cielos y la tierra.
Soli Deo Gloria