Estaba mirando con detenimiento la vitrina del local. Había un libro sobre la vida de Martín Lutero y, justo al lado, una obra que aseguraba tener los secretos para el éxito en los negocios.

Debajo, otro título afirmaba que, quien lo leyera, podría convertirse en un líder con mucha influencia. Más allá, otro estante tenía obras con “palabras de Dios” para mí, con recetas para lucir más joven o para convertirme en un campeón. Era una librería cristiana. ¿O no?

Ubicando el problema

Lamentablemente, estanterías como las que describí hace un momento no son la excepción, sino la regla, en cuanto a muchas librerías que se autodenominan cristianas. Aunque podamos encontrar en estos lugares algunos libros que tengan doctrina sana, casi la totalidad de los textos que comercializan actualmente tienen el propósito de consentir al hombre y satisfacer sus deseos pecaminosos, además de su curiosidad, con misticismos y mentiras.

Las doctrinas de hombres que intentan dar fórmulas para todo son lo más común: “descubra las fuerzas y habilidades innatas y cómo avanzar para obtener salud, abundancia, importancia y éxito”, plantea una descripción del libro Su mejor vida ahora, de Joel Osteen[1]. Esto no es cristianismo. Es charla motivacional, pseudopsicología, gnosticismo y egoísmo todo junto. Libros como estos olvidan el principal problema que aqueja la humanidad: la muerte espiritual, el pecado y nuestra rebelión contra Dios. Presentan un dios (así, en minúscula) cuya finalidad es cumplir todos nuestros deseos, para lo cual Cristo es una especie de amuleto o llave mágica.

Esta literatura es dañina y ofende a Dios. Se rotulan como cristianas muchas obras que, por el hecho de ser escritas por los que ellos consideran grandes hombres de dios (también en minúscula, porque no sirven al Señor sino a las riquezas y a sus propias concupiscencias), entonces son aptas para la lectura de los creyentes. Son textos maquinados por hombres y mujeres que buscan llenar auditorios y estadios, pero poniéndole una máscara de piedad a la avaricia, el orgullo y la exaltación.

Aquí vale la pena hacer una anotación. Buena parte de quienes consumen estos libros van a ellos para que les digan lo que quieren oír [2], no lo que la Biblia enseña. No son simples víctimas. Esto continúa impulsando una industria que glorifica al ser humano y enriquece a blasfemos como TD Jakes, Joyce Meyer, Benny Hinn o Creflo A. Dollar, y a otros como Cash Luna, Guillermo Maldonado, Claudio Freidzon y Dante Gebel.

Mezclando la verdad con el error

Una de las cuestiones más alarmantes de estas librerías es que mezclan la verdad con el error, poniendo al lado de nombres como el de Charles Spurgeon, R. C. Sproul, Loraine Boettner, Thomas Watson y John Owen, a lobos disfrazados de ovejas. Si bien ningún ser humano es infalible, podemos afirmar rotundamente que sí hay literatura que alimenta espiritualmente y que esta, normalmente, está casi ausente de estos locales. Se deja por fuera gran parte de la doctrina bíblica que ha enseñado la iglesia del Señor durante siglos, reemplazándola por imaginaciones, falsas revelaciones actuales y nuevos movimientos que capturan a los falsos convertidos y a los incautos.

Alguna vez ingresé a una de estas librerías y pregunté por teología reformada. Los que atendían me miraron como si estuviera hablando en mandarín. Conversaron un momento y luego me señalaron unos títulos que tenían en un rincón polvoriento, entre libros de sanación y milagros. Haciendo un escaneo, encontré algo de historia del cristianismo y unas biografías, que eran físicamente difíciles de alcanzar porque estaban insertados entre las columnas que formaban el resto de textos. En otra ocasión, vi cómo guardaban los libros de sana doctrina entre el techo y la parte más alta de los estantes, donde la vista casi no alcanza a llegar. Sea esto intencional o no, demuestra la aversión que tienen la mayoría de los negocios por aquello que confronte el pecado, llame al arrepentimiento y ponga la mirada en Cristo como debe ser.

¿Qué podemos hacer?

Si quiere comenzar a leer o hacerlo con más frecuencia, tenga en cuenta que nada puede reemplazar la lectura sistemática, cuidadosa y profunda de las Escrituras. Ellas son “ la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores” [3]. Por eso, los siguientes consejos presuponen que usted tiene una vida cristiana en crecimiento y que se congrega regularmente para escuchar la Palabra de Dios, la sana doctrina. Si posee dificultades con alguna de estas cosas, arrepiéntase y pídale perdón al Señor para que le ayude a ser más disciplinado.

  1. Pida al Señor sabiduría y discernimiento para que, con la ayuda del Espíritu Santo, pueda tener la claridad de decidir qué lecturas son adecuadas.
  2. Averigüe quién es el autor, la denominación a la que pertenece y sus posiciones teológicas. Esto le ayudará a hacerse una idea de qué es lo que puede encontrarse.
  3. Consulte con su pastor o algún hermano maduro en la fe para que puedan recomendarle autores que honren a Dios con la vida que llevan (llevaban) y la doctrina que profesan (profesaban). Evite al máximo caer en la trampa de que no importa lo que crean o cómo vivan las personas que usted lee, siempre y cuando lo que escriban sea agradable.
  4. Lea autores considerados clásicos, así como también escritores actuales. Hay muchas enseñanzas que la Iglesia ha defendiendo a lo largo del tiempo, así que no se cierre a conocer lo que dijeron aquellos que nos precedieron.
  5. Busque editoriales y librerías que sean explícitos en la línea que manejan. Normalmente, aquellos que mezclan la verdad con el error son tibios al definir qué venden y qué no. Esto es un mal síntoma. Para conocer algunas, puede volver al punto tres.
  6. ¡Lea! Y hágalo con constancia. A veces el tiempo es reducido, pero sabemos que el Señor utiliza la vida y las obras teológicas de hermanos en Cristo para beneficio nuestro.

Estos consejos no pretenden ser una fórmula infalible ni una lista exhaustiva, pero sí nos permitirán, con la ayuda de nuestro buen Dios, asegurarnos al máximo de que lo que leemos está de acuerdo con el Evangelio bíblico, histórico y verdadero. Recordemos que hay muchas doctrinas atractivas y novedosas que prometen cosas que Dios no ha prometido. Debemos rechazarlas con firmeza y no apoyar su difusión. Denúncielas. No compre libros o películas que las promuevan. Pídale al Señor Su divina asistencia para nutrirse con literatura que glorifique al Dios Trino. Tenga celo por la sana doctrina. ¡Cuidado con las librerías “cristianas”!

[1] Este hombre es apoyado por falsos maestros y pastores como la popular Joyce Meyer. Fragmento extraído de: http://bit.ly/2qTdEff  (esta librería y editorial comercializa textos como los criticados en este artículo).

[2] 2 Timoteo 4:3

[3] De las Sagradas Escrituras. Confesión Bautista de Fe de 1689. Párrafo 1.

unsplash-logoClay Banks