Convulsiones, espasmos, levitaciones y voces distorsionadas son algunas de las tantas manifestaciones demoníacas presentadas por la industria de Hollywood que hoy llenan salas de cine alrededor de todo el globo.
El constante hincapié, interacción e intromisión del hombre en esta área refleja su corazón insensible y desinteresado en las maravillas del mundo creado por Dios, aquél mundo que manifiesta visiblemente su poder y deidad (Romanos 1:20). El hombre contemporáneo se encuentra en la necesidad de hurgar en aquello que le es desconocido, y por lo tanto, atrayente. Al igual que en Edén, su corazón menosprecia lo que Dios le ha entregado y sus deseos se dirigen frenéticamente en degustar aquello que le está velado. Sin embargo, la realidad del mundo espiritual genera dudas no solo en el plano secular, sino también en los cristianos. Personalmente, la pregunta que responderé a continuación fue mucho tiempo mí pregunta.
¿Pueden los espíritus inmundos tomar posesión de los cristianos?
Entenderemos endemoniado o posesión demoníaca al hecho en que un individuo está habitado por un espíritu inmundo que tiene control y dominio sobre él. La palabra griega (daimonizomai) que se traduce a “endemoniado” guarda relación con el tormento producido por demonios. Esta situación hace al individuo ocasionalmente escaparse de los parámetros que se definen como humanamente normales actuando de manera violenta, destructiva o errática.
Por otro lado, cristianos son aquella “buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”. (Lucas 8:15)
Para poder dar respuesta al cuestionamiento, es útil saber primero, a la luz de Las Escrituras qué es lo que Satanás sí puede hacer a los creyentes.
Lo primero que sí puede hacer, es tentarlos. Jesús mismo fue tentado en el desierto (Mateo 4:1-11). Pablo temía que los cristianos en Corinto estuvieran siendo tentados tal como lo fue Eva. Por lo tanto sí, aquél que es llamado el tentador, puede tentar cristianos. ¿Pero qué es la tentación? Es atraer el pecado, no es realizar un acto pecaminoso, sino ser atraído hacia el. Pedro fue tentado para ver de qué estaba hecho, fue puesto a prueba en una situación que requería que él reconociera públicamente a su maestro o le negara, todos sabemos por cuál optó.
Acusar es otra acción hecha por Satanás a los creyentes, su afán y dedicación es tal, que Juan en Apocalipsis 12:10 manifiesta gozo a causa de que el acusador fue arrojado. ¿Podemos ser engañados por él? ¡Por supuesto! ¡él es el engañador! En cada ocasión en que somos tentados y caemos en pecado, somos engañados. Lo anterior es debido a que la tentación nos dice que Cristo – y toda la providencia de Dios – son insuficientes y que algo más – que particularmente es aquello que ofende a Dios – puede llenar nuestro ser entero.
Además sabemos que los demonios tienen la capacidad de producir desgracias y enfermedades. En Lucas 13:11 se presenta el relato de una mujer “que durante dieciocho años había tenido una enfermedad causada por un espíritu; estaba encorvada, y de ninguna manera se podía enderezar».
Lo magnífico de todo esto radica en que cada acción del diablo está limitada bajo la Soberanía de Dios y lo que Él y solo Él permita. Job es un claro ejemplo de lo que Satanás puede hacer con la autorización de Dios. Puede destruir familias, riquezas, relaciones y salud. Él puede quitar todo aquello solo si Dios le da permiso. Pero ¿puede devorar a un cristiano verdadero? O ¿puede poseer a un hijo de Dios?La primera cercanía con la respuesta será por medio del teólogo Wayne Grudem quien afirma en su obra Doctrina Bíblica – Enseñanzas esenciales de la fe cristiana, que: “Si con poseído por un demonio se quiere decir que la voluntad de la persona está completamente dominada por un demonio, al punto que la persona no tiene poder para escoger el bien y obedecer a Dios, la respuesta… sería con certeza que no, porque la Biblia garantiza que el pecado no tendrá dominio sobre nosotros puesto que hemos sido resucitados con Cristo”.
Satanás, a modo de ilustración se asemeja a un lobo rabioso encadenado. Solo puede actuar dentro del espacio en que se le permite correr. La causa es que Dios sujeta la cadena y Él decide en su sabia Soberanía tirar o soltar de ella.
Referencia:
Grudem, W. A. (2005). Doctrina Bíblica: enseñanzas esenciales de la fe cristiana.