Un verdadero hombre ama como Cristo ama. Quiero iniciar respondiendo a esta pregunta de antemano con lo que bien podría ser la respuesta al final del artículo, pero considero que podemos desde el principio establecer la base del amor de un verdadero hombre, y esta base es buscar imitar el carácter del amor que nuestro Señor Jesucristo modeló en su encarnación como hombre en la tierra y lo que estuvo dispuesto a hacer para nuestra salvación.
¿Quién es un verdadero hombre?
Es fundamental buscar la respuesta a esta pregunta en la Escritura, la cuál sabemos, es la única fuente de dónde fluye la verdad absoluta y las respuestas para muchos de nuestros cuestionamientos.
La Biblia narra un momento en la vida del rey David (que para entonces ya no era rey sino su hijo Salomón), David ya estaba muy avanzado en años, él mismo sabía que sus días en la tierra estaban contados, sabiendo esto, surge en él un deseo de dar órdenes a su hijo Salomón antes de morir, esas órdenes aún resuenan en nuestros días para comprender correctamente nuestra masculinidad y por consiguiente, nuestra hombría.
Cito a David: «Y acercándose los días de la muerte de David, dio órdenes a su hijo Salomón, diciendo: Yo voy por el camino de todos en la tierra. Sé, pues, fuerte y sé hombre. Guarda los mandatos del SEÑOR tu Dios, andando en sus caminos, guardando sus estatutos, sus mandamientos, sus ordenanzas y sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas». 1 Reyes 2:1-3 LBLA
¿No era hombre Salomón? La respuesta a esta pregunta corresponderá al concepto de masculinidad que poseamos. Nuestro género sexual se define por nuestros órganos reproductores, somos masculinos porque nuestro órgano reproductor así lo establece, el que además es diferente al de la mujer, sin embargo, eso no nos hace hombres.
Para una mejor comprensión de la pregunta y la respuesta, veamos las órdenes que David dio a Salomón:
Orden # 1: SÉ FUERTE
Esta orden de David hacia Salomón precede a la orden de la obediencia de los mandamientos divinos, por lo tanto, no se está refiriendo a la fuerza natural, sino a la espiritual.
La Biblia nos revela a través del cántico de Ana, la madre del profeta Samuel, que ningún hombre será fuerte en su propia fuerza (1 Samuel 2.9, RV60). Nuestro Dios nos llama a esforzarnos, nosotros debemos buscar esa fuerza en la única fuente que nos la puede proveer. Debemos proponernos no caer en el engaño de la autosuficiencia, debemos tener una comprensión clara de que la fuerza que necesitamos es la que viene del que es fuerte y poderoso.
Efesios 6.10 dice: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”. Nosotros, al igual que Salomón, necesitamos ser fuertes para ser hombres verdaderos, necesitamos esa fuerza espiritual que nos empuja hacia la obediencia, necesitamos esa fuerza motivadora que nos lleva hacia la responsabilidad de nuestras acciones.
Si humildemente comprendemos nuestra necesidad espiritual y nuestra dependencia directa del Espíritu de Dios, entonces nos reconoceremos tan débiles y frágiles a causa del pecado. Recordemos que un lugar seguro para hacer este reconocimiento es doblando nuestras rodillas y pedirle a Dios en nuestras oraciones esa fortaleza, tal y cómo lo hizo Jesús tres veces en el Getsemaní (Mateo 26.36-44).
Orden # 2: SÉ HOMBRE
Obedecer (guardar) los mandamientos del Señor es lo que define nuestra verdadera hombría; el engaño de este mundo y de la sociedad es que el hombre se define por la valentía que pueda mostrar ante los demás, por la cantidad de mujeres que pueda poseer o por el número de cervezas que pueda beber, entre muchos conceptos más, sin embargo la Biblia muestra al verdadero hombre de una forma totalmente distinta: en Jesús tenemos el modelo del verdadero hombre, Jesús vino a este mundo a hacer única y exclusivamente la voluntad de Dios (Juan 4.34).
No podemos llegar al punto de la obediencia si primero no poseemos la fuerza para obedecer. El Apóstol Pablo enseña a los creyentes de Éfeso que es Dios quien da vida a los que están muertos en sus delitos y pecados, todos somos pecadores, todos hemos estado muertos, todos necesitamos esa fuerza espiritual regeneradora que nos habilita para creer y obedecer los mandamientos del Señor, después de creer y obedecer al evangelio, nuestra obediencia aún permanece imperfecta, es por eso que somos revestidos con la obediencia perfecta de nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, aún seguimos necesitando la fuerza del Espíritu Santo, nuestra disposición y responsabilidad en nuestra santificación buscando crecer a la medida de la estatura del varón perfecto, nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo.
Cuando un hombre es convertido en un hombre verdadero por medio del esfuerzo proveído por Dios y la obediencia de los mandamientos de Dios hecha perfecta en Jesucristo, entonces podemos decir que puede amar como un hombre de verdad.
Un hombre que hace la voluntad de Dios busca imitar el carácter de Cristo amando como Él nos ha amado, éste hombre de verdad imitará el carácter del creyente que nuestro Señor enseñó en el monte de las bienaventuranzas: llorará con los que lloran, se mostrará manso y humilde, extenderá el perdón que él mismo ha recibido, amará con un corazón puro, buscará la paz y estar en paz con los demás. El primer lugar para actuar de esta manera es con su propia esposa si la posee. Esto es lo que hace un verdadero hombre cuando ama.