Cuando alguien lleva algunos años en el ministerio, puede darse cuenta, en su propia casa, y en ocasiones en la casa de otros hermanos, el peligro que conlleva el descuidar nuestro hogar por causa del ministerio pastoral. Por ese motivo considero necesario recordar algunos puntos importantes a la hora de saber equilibrar nuestro tiempo y dedicación a nuestras labores eclesiásticas y por otro lado a nuestros hogares.

1. La prioridad siempre será el hogar

Como pastores debemos recordar que antes que dar cuentas antes Dios por la grey, rendiremos cuentas por nuestra propia casa. Nuestras esposas e hijos son nuestras ovejas principales, nuestros primeros discípulos a tener en cuenta. Tanta es la importancia de la prioridad familiar, que en las características necesarias para el ministerio el apóstol Pablo recuerda que si no somos capaces de gobernar bien nuestra propia casa, mucho menos podremos cuidar de la Iglesia de Dios.
‘Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?)’ (1 Timoteo 3:4-5 LBLA)

2. Somos pastores, pero también esposos y padres

En el hogar, esposa e hijos no esperan ver al hombre con traje al que todo el mundo pide consejo y oración. En casa desean ver al esposo atento, cariñoso, romántico, detallista, y también al padre, preocupado por las tareas de la escuela, atento a la felicidad de sus hijos, con tiempo para jugar con ellos, etc. Estudiar la Palabra de Dios es importante, pero también lo es pasear con tus hijos e ir con tu esposa al cine a solas. Orar e interceder por los hermanos es importante, pero también lo es orar a solas en el hogar con toda la familia reunida.

3. Tu esposa no es pastora

Pero sufrirá una carga grande por causa de tu ministerio. Las esposas de los pastores no reciben el título ni cargo de pastoras de la congregación, pero todos sabemos que muchas mujeres las procuran en busca de consejo, consuelo, cercanía con sus luchas, dificultades, etc. Además, sufren de nuestro lado las luchas, las dificultades, las pruebas, las angustias, etc. Evidentemente eso produce un desgaste grande en su estado emocional como mujeres. Ten consideración de ella, cuida de su situación espiritual, procura evitar que cargue con cosas que no debería cargar, pero, que por amor a veces le toca soportar. Ayúdale a mantener una salud emocional estable y marcada por la felicidad. No es bueno estar llevando un ministerio con gozo al lado de una esposa que por causa del peso de dicho ministerio, está triste y amargada, sino que siempre es bueno caminar juntos con alegría y gozo.

4. Tu testimonio en casa es imprescindible.

He podido ver en ojos de hijos de pastores y sus esposas, la decepción de ver a un hombre entregado a Dios en el púlpito pero descuidado en su vida devocional en casa, hombres que oran mucho en presencia de la congregación, pero no oran a solas en su hogar. Vemos hombres agradables y atentos con los hermanos, pero indiferentes y groseros con los de su casa. Hombres que dedican horas a escuchar a los hermanos, pero no aguantan 10 minutos escuchando a su esposa relatando cómo se siente. No hay nada más doloroso que toda una congregación sentirse orgullosa de su pastor, y en primera fila ver una familia que lo conoce realmente y siente decepción por estar congregando bajo tamaña hipocresía. Por eso, un testimonio ejemplar en casa ayudará a nuestras familias a mirarnos con buenos ojos mientras estamos en el púlpito.

Espero que estos puntos nos abran los ojos, nos ayuden a ordenar nuestras prioridades, nos recuerden la importancia y necesidad de cuidar de nuestra casa y nos alerten sobre algo que nunca debemos olvidar: El éxito ministerial no compensa el fracaso familiar.

Que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo esté con todos y cada uno de ustedes.